Hay virtudes que a todo el mundo le gustaría tener, otras
que le gustaría tener a algunos o al menos en algunos momentos de su vida, y
otras... que nadie desea poseer. Claro ejemplo de esto último es la virtud de
“Ser un perdedor”. Pero no nos dejemos engañar, ser un perdedor es una virtud
que tiene muchísimo mérito. Lo explicaré:
Cuando alguien pierde es porque otro gana. Es decir, el que
pierde está haciendo –con su sufrimiento y decepción- feliz a otra persona. Y
¿no es lo más bonito del mundo hacer felices a los demás? Pues ya lo sabes:
cada vez que pierdas, siéntete feliz porque habrás hecho feliz a otra persona.
Ojalá el mundo estuviese lleno de perdedores y todos hiciésemos competiciones
como aquellas de nuestra infancia cuando jugábamos al “ganapierde” ¿te
acuerdas? Esas carreras de bicicleta en donde ganaba el que llegase último a la
meta, eso sí, manteniendo el equilibrio todo el tiempo y sin poner,
lógicamente, los pies en el suelo en ningún momento.
No hay que tomarse la vida tan en serio, y el deporte tampoco:
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