Las cosas como son: hay que llamar a las cosas por su nombre
y llamarlas por su nombre nunca debe considerarse un insulto. Por ejemplo:
“Negro” es un color no un insulto. El diccionario de la RAE ya especifica que
“negro” es el aspecto de un
cuerpo cuya superficie no refleja ninguna radiación visible, esto es, ausencia
de todo color; y, aplicado a una persona, define a aquellas cuya piel es del
citado color.
Pero
“negro” es además un adjetivo y nos sirve como ayuda para que podamos identificar
personas y cosas. Si en medio de una multitud de personas de raza blanca camina
una de color negro, podemos decir: “mira, por ahí va un negro”, e
inmediatamente lo identificaremos. Pero eso no es un insulto, sino una ayuda.
Si esa misma persona fuese caminando entre otras muchas de su misma raza, dicha
expresión no nos serviría para nada, tendríamos que buscar otras alternativas,
por ejemplo: “el de la camisa roja” o “el que lleva una mochila azul” o “el que
ahora pasa junto al semáforo”...
Se empeña
la gente en considerar “negro” como un insulto y son ellos quienes insultan a
nuestra inteligencia con tales empeños, vanos por otra parte. Porque un negro
seguirá siendo negro aunque lo llamemos “persona de color” que –ya puestos a
ello- no hace sino provocar el que formulemos otra pregunta más: “¿y de qué
color?” a lo cual deberán responder “negro” cayendo ellos en su propia trampa.
La
realidad es que los insultos no son las palabras sino la intención que
encierran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario