Las mujeres griegas de hace 2.600 años –al menos a las de
las clases pudientes- les gustaba depilarse (usaban para ello una pasta
especial o una navaja), tomar relajantes baños antes de acostarse (tenían
bañeras en sus casas, aunque no hubiese agua corriente), lavarse bien con agua
y polvos de arcilla o carbonato (no existía el jabón), darse lociones
corporales para tener una piel fina e hidratada, maquillarse (cremas a base de
esencia de flores sobre una base de aceite), cuidarse las uñas, e incluso a las más atrevidas les
gustaba teñirse el pelo de rubio para resultar más atractivas a los hombres.
También les gustaba adornarse con joyas y protegerse del sol
con algún sombrero o pañuelo. Debajo de la túnica solían llevar una camisola
amplia y las túnicas (las había de lino para verano y de lana para invierno)
solían dejar los brazos y hombros al aire y se sujetaban normalmente con algún
cinturón o menos frecuentemente con algunos puntos de costura.
Para el calzado usaban sandalias y en algunos casos
utilizaban tacones, aunque no como los de ahora sino que se trataba de unas alzas
que se colocaban entre el zapato y el talón del pie, tal como se vende ahora a
los hombres para parecer más altos sin que se note.
El matrimonio en aquella época era una cuestión de
conveniencia que decidía el padre o tutor y la mujer poco o nada tenía que
decir al respecto. No eran frecuentes los matrimonios por amor, aunque este
pudiese luego sobrevenir en el transcurso del matrimonio; pero ellas se casaban
entre los 16 y 18 años y ellos alrededor de los 25 ó 30.
Estas y otras cosas de la vida cotidiana en la Grecia
clásica de hace 2.600 años se cuentan en la novela de amor, aventura, amistad y
honor... "Deuda de vida"
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