Las
ciudades de la Grecia clásica, hace 2.600 años, solían estar bastante sucias y
la gente tiraba la basura a las calles. Sin embargo algunas ciudades
“modernas”, diseñadas de una forma más cuadriculada frente a la anarquía de la
mayoría, se distinguían por estar más limpias. Los sistemas de alcantarillado
eran muy rudimentarios y un signo de distinción era poner en las calles unos
bloques de piedra salteados para facilitar el cruce, evitando así meter la
sandalia en el barro o la porquería del suelo. El ágora, la gran plaza pública,
era bastante amplia y constituía el centro neurálgico de la ciudad; allí se
celebraba el tradicional mercado, y próximos a ella se encontraban el barrio de
los artesanos y el de los comerciantes.
Las
casas podían ser de uno o dos pisos (aunque a los propietarios de casas de dos
pisos les tocaba pagar más impuestos). Generalmente había un patio central con
un pozo, una zona de reunión para los hombres (androceo) y otra zona distinta
para las mujeres (gineceo). La misión de una mujer estaba en su casa, para
tener hijos y cuidar del marido y la descendencia. Las clases pudientes
contaban siempre con esclavos y sirvientes, y en ese caso la dueña de la casa
simplemente se ocupaba de darles las órdenes correspondientes y supervisar su
trabajo. Por el contrario en las clases medias y en el proletariado, la mujer
debía cargar con el peso de todas las faenas de la casa. Las mujeres solo se
mezclaban con los hombres en las fiestas familiares o cuando salían para
asistir a las fiestas religiosas en donde muchas de ellas solían cantar en los
coros pero, en general, hacían vidas separadas, tanto era así que solían dormir
separadas de sus esposos, excepto cuando les tocaba cumplir con sus
obligaciones maritales
Al no haber agua
corriente y ser Grecia un país de clima mediterráneo, el agua era un bien
preciado y procuraban tener dispositivos para recoger el agua de lluvia y poder
utilizarla después para beber y para su aseo. Las casas tenían pocos muebles, solo
los estrictamente necesarios, y la iluminación nocturna se hacía a base de
antorchas y lámparas de aceite. Por el contrario en las casas humildes apenas
si había una única ventana y una única habitación que servía para todo y
generalmente estaba muy mal ventilada, siendo además el suelo de tierra
mientras que en las casas elegantes dicho suelo era de mosaico, mármol, etc.
Estas y otras
cosas de la vida cotidiana en la Grecia clásica de hace 2.600 años se cuentan
en la novela de amor, aventura, amistad y honor "Deuda de vida".
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