El panorama patrio cada vez está más lleno de sinvergüenzas,
sean políticos, banqueros, miembros de la realeza, artistas, empresarios... Las
páginas de los diarios y los informativos televisivos y radiofónicos no dan
abasto para informar sobre tanto chorizo como hay en España. Se dice, con
razón, que España es uno de los países más ricos del mundo, ya que es capaz de
saciar a tanto chorizo como merodea por nuestros alrededores. Y mientras tanto,
los ciudadanos miramos con cara de
tontos cuanto se dice en los medios de comunicación. Nos roban y ¿qué nos dan
cambio? Nada.
Por eso añoro a Jesús Gil. Cuando él estaba entre nosotros
la cosa era distinta porque él ponía siempre ese tono simpático, campechano,
divertido, familiar... “¡Qué cosas tiene!” decíamos y sonreíamos ante sus
desvaríos. Jesús Gil no fue ningún político ejemplar, ni ningún empresario
ejemplar, pero por lo menos nos hacía sonreír. Estos de ahora, sin embargo...
maldita la gracia que tienen. Ninguna.
Pero no quisiera terminar sin justificar el por qué de las
actuaciones de Jesús Gil. Su problema fue que no supo distinguir de dónde y
para qué cogía el dinero; consideró que allí donde estuviese él podía hacer y
deshacer a su antojo... y en consecuencia mezcló todo. Con el dinero del
Atlético de Madrid pagaba arreglos particulares en su finca, con su dinero
particular fichaba jugadores para el Atleti, con el dinero de Marbella
patrocinaba al Atleti, con el dinero de su empresa inmobiliaria pagaba gastos
del Ayuntamiento de Marbella, con el dinero del Ayuntamiento contrataba nuevos
entrenadores para el Atleti, con las comisiones por las dádivas a constructores
(ya no se sabe si se las daban a él o al Ayuntamiento) mejoraba las
infraestructuras de Marbella... Como se ve, consideraba que todo el dinero era
suyo y le daba igual de qué bolsillo saliese... pero, ¡qué diantres, tenía
gracia!
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