martes, 11 de diciembre de 2012

Lección de respeto al dueño de la casa


Allí en el templo de la Sagrada Familia, en Barcelona, pude ver dos mujeres que rezaban con recogimiento y fervor mientras todos los demás que estaban sentados en los bancos se dedicaban a mirar el templo como una simple obra arquitectónica, no como la casa de Dios. Las dos mujeres se tapaban la cara con la mano y la inclinaban en señal de respeto mientras repetían sus oraciones; los demás, charlaban animadamente con sus acompañantes, señalaban esto y aquello, contaban alguna broma y reían.

Pues resulta que aquellas dos mujeres no eran católicas ni habían conocido antes lo que era una iglesia, pertenecían a una tribu africana en donde no hay agua corriente ni luz, las casas son de palos y adobe hecho con barro y estiércol, y a través de un concurso de televisión las habían sacado de su remoto poblado para que conociesen nuestra civilización.

Ellas dos, las salvajes, las primitivas, nos dieron una lección de respeto, humildad y buen comportamiento. Sabían que aquella era la casa un dios (aunque fuese distinto de los dioses que ellas adoraban) y como cualquier buen invitado mostraron sus reverencias al dueño de la casa, algo que no hizo ninguno de los otros cientos de personas “civilizadas” que circulaban por allí hablando y riendo.

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