Aún tengo los pelos de punta (los pocos que me quedan) y el
corazón palpitando con taquicardia (más deprisa aún que si estuviese viendo un
partido del Atleti), después de ver esta fotografía terrorífica que ha
compartido Javier G. Carpintero. Está hecha desde el mismo sitio, en Daimiel,
con unas pocas décadas de diferencia.
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