Ayer se proclamó campeón de Copa el Atlético de Madrid, con
lo que se sigue manteniendo en lo alto como el mejor equipo de balonmano del
mundo (aunque el Barcelona, su rival de ayer, también le ande muy cerca).
En el fútbol también ganó el Atleti pero eso no fue lo
importante, sino la jugada que se produjo en el minuto 91. Juan Fran corrió
hacia un balón que parecía perdido, ganó en la carrera al rival, lo sorteó y
lanzó el balón hacia delante, siguió corriendo aunque parecía que un nuevo
contrario llevaba más ventaja, pero él corrió más, llegó antes y también le
sorteó; después, con campo libre tuvo la suficiente capacidad pulmonar para
bombear oxígeno a su cerebro y así poder pensar: levantó la vista, vio bien
posicionado a Falcao y le lanzó un centro medido que el colombiano transformó
en gol. Y todo esto sucedió, como digo, en el minuto 91 cuando todos los
jugadores estaban agotados por el calor y el esfuerzo y cuando el marcador era
favorable al Atleti que ya ganaba entonces por 1-0. ¿Qué significa eso? Es lo
mismo que los aficionados del modesto Mirandés gritaban no hace mucho: “sí se
puede, sí se puede”, y esos gritos llevaban a sus jugadores a intentar lo
imposible y muchas veces conseguirlo. Simeone ha inculcado eso en el Atleti.
Más allá de cualidades técnicas de los jugadores o de planteamientos
estratégicos del entrenador –que también lo hay en ambos casos- está el
espíritu de lucha constante, de no dar tregua al contrario presionándole por
todo el campo, de no dar un balón por perdido aunque estés en el tiempo de
descuento y no te haga ninguna falta porque ya vas ganando. Y con esto quien
gana más es el propio jugador que gana en autoestima y en la satisfacción que
proporciona el haberlo dado todo. Cuando uno lo da todo, nadie nos puede
reclamar más.
Y en balonmano sucedió algo similar. Todo el primer tiempo
fue por detrás en el marcador, pero no se desanimó y siguió luchando. Hoy el
Atleti es doble campeón: de Copa de balonmano y de honradez profesional.
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