Una reflexión con motivo de la celebración en Málaga del IV Congreso Nacional del Programa de Atención Integral al Médico Enfermo, 3 y 4 marzo 2011.
Los médicos enferman, más o menos, como el resto de los mortales. Al igual que las demás personas, también pueden padecer trastornos mentales y pueden caer víctimas de las adicciones (alcohol, drogas, etc.). Sin embargo se diferencian de todas las demás personas y de todas las demás profesiones, en que son los únicos que han establecido un programa para atender a estos médicos, tratarlos con todas las garantías de confidencialidad que unos trastornos así exigen, recuperarlos para su ejercicio profesional y mantener un seguimiento sobre los mismos para asegurar que mantienen en el tiempo las cualidades necesarias para el ejercicio profesional y la consiguiente atención a los pacientes. Ninguna otra profesión tiene establecido un programa similar, ni siquiera otras tan sensibles como puede ser la de los jueces, pilotos, conductores…
¿Y por qué hacen esto los Colegios de Médicos? Por dos razones. La primera, porque como a cualquier buen profesional les gusta hacer bien su trabajo, y un médico en esas condiciones no puede atender al paciente con la calidad y seguridad exigible. La segunda, porque pueden hacerlo: al ser entidades de derecho público y colegiación obligatoria, tienen la potestad de controlar el comportamiento ético de todos los médicos (de todos) y, llegado el caso, inhabilitar para el ejercicio de la profesión a los que no estuviesen en condiciones de ejercer con garantías para el paciente.
Y esto viene al caso, porque el Gobierno (algunos miembros del mismo) quiere que la Colegiación deje de ser obligatoria en todas las profesiones, incluida las de los profesionales sanitarios. Si esto sucede, los Colegios de Médicos pasarán a ser “clubs sociales” o, en el mejor de los casos, “clubs selectos de profesionales” para aquellos médicos que quieran voluntariamente participar de ese proyecto “privado” y sin capacidad de control ni de sanción a quienes se aparten de la norma.
En el fondo de todo, lo que late es la obsesión dictatorial del Gobierno. Si eliminan a todos los órganos de representación profesional de los diferentes colectivos (que viven de las cuotas de sus afiliados y por consiguiente son independientes del poder político) los únicos interlocutores sociales que quedarán serán los sindicatos. Y los sindicatos actuales viven –y muy bien- de las gigantescas subvenciones que les concede el Gobierno y ya se sabe lo que dice el refrán “nadie muerde la mano que le da de comer”. ¿O aún queda alguien que se crea que los sindicatos viven de las cuotas de sus afiliados?
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