Pienso que esto pasa en muchas cosas de la vida, pero donde más se pone de manifiesto es en la política. Tanto a nivel de quienes escriben en medios de comunicación como a nivel de calle, es realmente difícil encontrar a alguien capaz de decir las cosas que “su” partido hace mal. Cada uno tiene sus ideas políticas y puede haber un partido que las refleje mejor que otro. De ahí que se reconozcan como “militante de...” o “simpatizante de...” y bajo ese epígrafe siempre hablarán bien de su partido (aunque haga cosas horrorosamente mal) y hablarán mal del contrario (aunque haga algunas cosas extraordinariamente bien).
Así que me encuentro con personas para quienes la corrupción siempre es del otro partido, nunca del suyo (aunque los jueces y las pruebas hayan dictado sentencia en contra de sus políticos), las posturas de su partido ante temas polémicos (aborto, eutanasia, píldora día después, lucha contra el terrorismo, eliminación de chiringuitos en las playas, limitación de velocidad,tabaco, medidas fiscales, etc.) las defienden a muerte (aunque dudo mucho que en su fuero interno coincidan con todos y cada uno de esos planteamientos), y en definitiva, el argumento principal para defender a los suyos cuando les critican suele ser el de “y tú más”.
Ese pensamiento monocolor, incapaz de realizar la más mínima autocrítica, hace que cualquier conversación sea siempre estéril ya que no escuchan, ni razonan; sólo tratan de imponer y justificar el dogma de la fe en los suyos sin otorgare a sí mismos el derecho a la individualidad de pensamiento.
Así las cosas, lo mejor es cambiar de conversación y hablar del tiempo y de las flores, que ya estamos en primavera.
Foto del autor: Siempre debería existir lugar para la discrepancia.
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