La comida en el restaurante había sido magnífica aunque un poco pesada. Plato único pero suficientemente contundente: una auténtica fabada asturiana que ahora ocupaba toda mi cavidad estomacal. Entre tanta judía no había espacio para el postre, así que decidí tomar un café. Sin embargo, en vez de tomarlo allí preferí salir a la calle para, de esta forma, caminar unos metros y que bajase un poco la comida. Así lo hice, salí a la calle, caminé unos cuantos minutos y entré finalmente en un bar. Me senté en la barra y pedí un café. Tras el primer sorbo, la judías anunciaron que estaban en plena ebullición, por lo que me dirigí educadamente a mi vecino de la barra del bar y le dije en tono amable: “disculpe, ¿le molestaría que me tirase un pedo?”.
El vecino de barra me miró con cara desagradable y me dijo en tono rudo que yo era un cerdo y que me fuese a la p... calle a tirarme el pedo. Yo me quedé sorprendido, porque me había dirigido a él educadamente y además no le estaba diciendo nada extraño sino algo que todo el mundo hace todos los días. ¿O es que nadie se tira pedos? Además un pedo sólo proporciona a los que estén alrededor unos instantes de olor desagradable, pero enseguida desaparece dicho olor y, por supuesto, no supone ningún riesgo para la salud de nadie.
Si probáis a hacer esa pregunta a vuestros vecinos de barra en cualquier bar, os aseguro que las reacciones de estos serán siempre similares e incluso peores. No encontraréis a nadie que de forma comprensiva te responda: “no, no me importa, por supuesto que puede usted tirarse el pedo”.
Y sin embargo, por qué cuando alguien dice a su vecino de barra de bar “¿le molesta a usted que fume?”, la mayoría responde “no, no me molesta, puede usted fumar”. Y sin embargo ese humo les molesta y si han respondido que no les importa es por una buena educación mal entendida. Y además ese humo es desagradable para quien no fuma, perjudica seriamente la salud, y las sustancias cancerígenas que desprende quedan impregnadas en la ropa, los muebles, los objetos, etc. con los que entra en contacto.
Los que “piden permiso” para fumar (que sólo son una minoría, porque la mayoría fuma en presencia de otros sin pedir permiso) defienden su derecho a fumar y al mismo tiempo están negando el derecho de los demás a no respirar su humo.
¡Basta ya de la dictadura de los fumadores! El día que se impida fumar en la hostelería, seremos muchos los que volveremos a ir a los bares y restaurantes de los que ahora hemos huido y a los que solo acudimos muy de tarde en tarde. Mientras tanto, si alguien me pregunta educadamente “¿le importa a usted si fumo?” yo le responderé –también muy educadamente- “¿y a usted le importa si me tiro un pedo?”. Y se lo diré aunque no haya comido fabada.
1 comentario:
Yo hace tiempo que dejé de estar sometida a al "dictadura de los fumadores", y directamente, cuando me preguntan, respondo: "pues si, me molesta". Por un lado, me quedo más ancha que larga de haber dicho exactamente lo q quería decir y por otro, me divierte ver las caras que se les queda a los que esperaban una amable invitación... Se les borra la sonrisa instantáneamente y su rostro adquiere una mueca de disgusto y fastidio.. casi igual que si me hubiera tirado un pedo!!!
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