Durante
mi experiencia de 11 minutos de “entrelazamiento cuántico” (no era un “sueño”
como ya he explicado anteriormente) mantuve una conversación con ese ser que
fue respondiendo a mis preguntas y contándome muchas cosas. Lo que he
transcrito en las entregas anteriores sólo es una ínfima parte porque, como es
bien sabido, al despertar se olvida casi todo por más que uno se esfuerce en
escribirlo nada más levantarse.
Decir,
en primer lugar, que la presencia de ese ser no causaba temor sino todo lo
contrario, era una presencia no física, ni tenía forma visible ni pude
identificar su cara, aunque se percibía su “humanidad”, y no sabría decir si
era hombre o mujer, porque estos términos sólo se dan en nuestro mundo
terrenal. Lo que irradiaba este ser era un gran amor, una gran comprensión y
compasión por nuestra limitada percepción de la realidad, y estando en su
presencia se respiraba un clima de paz y felicidad difícilmente alcanzable en
nuestro mundo material.
¿Cómo
hablábamos? Por la mente. No usábamos la boca, sólo el pensamiento y este nos
transmitía con toda claridad el mensaje. Curiosamente, en una parte de esta
experiencia, me veía a mí mismo intentando hablar y entender otros idiomas y
sólo conseguía hacerlo cuando cerraba los ojos y me concentraba haciéndome
receptor de lo que querían decirme. Era en ese estado de concentración y de
dejar la percepción abierta cuando conseguía escuchar a quien me hablaba y
entonces lo escuchaba y entendía claramente en ese idioma mental.
Yo
era a la vez protagonista y espectador de esta experiencia. Me veía a mí mismo
en la historia que se sucedía como un espectador de lujo, pero al mismo tiempo
era consciente de estar viviendo esos acontecimientos en primera persona. Esta
dualidad, desdoblamiento de personalidad, también se daba en el tiempo, porque
era capaz de ir hacia adelante y hacia atrás en la historia que sucedía. Y todo
ello era auténticamente real, más real que la vida que sentimos cuando estamos
despiertos, con color, sonidos, aromas y todo tipo de sensaciones. Y a ese
personaje que me contaba cosas, y al que hacía preguntas y me respondía, lo
sentía cerca como cuando estás hablando con alguien y notas la vibración de su cuerpo
cerca del tuyo.
¿Cuánto
tiempo duró la experiencia? Analizando el análisis de lo que fue esa noche,
todo eso sucedió justo antes de despertar, es decir, durante los 11 minutos
anteriores al despertar, lo que se correspondía según el gráfico de análisis
del sueño, con una fase de sueño profundo, es decir, la fase en que no se
tienen sueños. Pero en cuanto a su duración diría que duró mucho más de esos 11
minutos del gráfico, aunque no sabría decir cuánto porque precisamente ene se
estado no tiene ninguna relevancia el tiempo. Como tampoco la tiene el espacio.
Porque yo podía “viajar” hacia adelante y hacia atrás en la percepción de esta
experiencia, e incluso repetir alguna secuencia de la misma. Igual que cuando
hojeas un libro puedes pasar páginas hacia adelante y hacia atrás, también aquí
podías ir hacia adelante, hacia atrás, fijarte en un párrafo determinado y
luego saltar hacia adelante o hacia atrás de nuevo.
Ya
hemos dicho que todo es uno, que somos parte del todo, que no hay tiempo ni
espacio. Y eso lo viví en esta experiencia.
Sólo
me queda una cosa más por añadir: ¿Sabéis una cosa? Me dio muchísima rabia
despertar, porque yo hubiera querido continuar allí, en aquél estado de paz, de
felicidad y de aprendizaje mucho más tiempo, toda la eternidad, aunque al
despertar comprendí que tenía algo pendiente que hacer, empezando por contarlo a los demás.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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