lunes, 11 de diciembre de 2023

Sin sentido del humor no vale la pena vivir

El humor siempre ha estado presente en todos mis escritos; y así ha sido desde el principio. En aquella primera “novela” había párrafos como este: “Un día le mandaron que fuera a por 50 kg. de hígado de pato, y el muy tozudo fue y le dijo: ‘Capitán, aquí tiene 50 patos de un kilo; que les saque el hígado el cocinero’. Esa respuesta le costó un buen castigo: ‘Yo te pondré de pinche del cocinero’, le dijo el capitán”. Y según se cuenta más adelante en esta novela “Federico Barbarroja se fue corriendo como un rayo y al rato dijo: ¡Capitán, que venga una ambulancia, fíjese, ya tengo un bote lleno de sangre! ¿Pero qué ocurre? ¿A qué vienen esos gritos, y la sangre de quién es? Del cocinero, usted me dijo que pinche al cocinero ¿verdad? Pues eso hice”. Por cierto, no sólo la redacción de estos párrafos, sino también los signos gramaticales (comillas, guiones, interjecciones, interrogaciones...) los he trascrito aquí tal y como los escribí de niño en aquél pequeño cuaderno que aún conservo.
 
A esa edad aún no sabía quién era Gila ni se habían hecho famosos Tip y Coll, sin embargo el humor absurdo ya formaba parte de mí tal como se aprecia en párrafos como estos: “Lo cual le costó cinco días de calabozo comiendo solamente pan, cabezas de pato y agua”; o este otro: “Vio venir al capitán en un patinete y llevaba una bolsa llena de caramelos y otra de granadas”.
 
Cuando a la edad de nueve años llegué a Madrid empezó la parte más difícil: los estudios. No me gustaba nada estudiar, sólo quería jugar, imaginar cosas... En las clases procuraba estar atento a las explicaciones del profesor porque sabía que cuanto más retuviese de esas explicaciones (de las que no podía escapar) menos tiempo sería necesario después para aprenderme las lecciones y por consiguiente más tiempo libre tendría para mis juegos. También, por esa misma razón, se me hacía muy cuesta arriba “hacer los deberes” mientras que disfrutaba cuando lo que mandaba el profesor era “un trabajo”, es decir, algo donde yo tuviese que aportar mi imaginación, mi creatividad, mi iniciativa...
 

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