domingo, 17 de diciembre de 2023

Ciencias o Letras, la eterna disyuntiva

Aquél verano las clases particulares tuvieron que ser de algo menos poético y, con la ayuda de otro profesor, se intentó que aprobase aquellas dos asignaturas pendientes. No sólo no se logró el objetivo sino que sucedió algo totalmente imprevisto. Para poder pasar de curso con dos asignaturas pendientes (Matemáticas y Física) tuve que cambiar de colegio, pero la cosa no mejoraba y al llegar la Navidad, el director de ese nuevo colegio propuso una solución drástica: en vista de que las Matemáticas y la Física no eran lo mío ¿por qué no probaba con el Latín y el Griego? En su opinión, yo había elegido el camino equivocado, “Ciencias”, cuando quizás se adecuase mejor a mí el de “Letras” y, curiosamente, entre ambas opciones todas las asignaturas eran comunes excepto Latín y Griego por una parte y Matemáticas y Física por otra. El director del colegio había dado con la clave: los suspensos que arrastraba en Matemáticas y Física del curso anterior se cambiarían por las asignaturas de Latín y Griego del curso anterior.
 
Fue así como di un giro importante a mi formación. Me puse a estudiar de forma intensiva Latín y Griego –tanto del curso anterior como del que estaba inmerso en ese año- y el resultado no pudo ser más satisfactorio: saqué adelante las dos asignaturas pendientes además del curso normal de aquél año, aunque fuese con las recuperaciones de algunas asignaturas en septiembre.
 
Pero ¿qué fue de mi relación con Manuel Prieto después de aquello? Como he dicho, había una conexión especial entre nosotros y eso era algo que no podía matar ni el tiempo ni la distancia. Él había dejado el colegio y se había marchado a vivir a Zaragoza para dar clases en el Instituto Laboral de aquella ciudad. A partir de ese momento nuestra relación fue epistolar y durante varios años estuvimos escribiéndonos cartas.
 
Bueno ¿y qué? Posiblemente penséis que eso no tiene nada de particular, pero... os equivocáis. La comunicación que a partir de aquél momento mantuvimos por carta fue muy especial puesto que no se trataba de cartas normales en las que cada uno cuenta lo que ha hecho y pregunta qué tal le va al otro. Aquellas cartas eran de corazón a corazón, de poeta a poeta, de alumno inmaduro a alumno ya madurado. Sé que es difícil de entender y, por otra parte, no tengo intención de plasmar aquí mis interioridades ni las de él. Por este motivo, para que vosotros podáis comprenderlo, he recogido de aquellas cartas una serie de párrafos que dan buena idea de lo excepcionalmente atípico de dicha correspondencia.
 
Pero hay más, en esta selección de párrafos hay tal cantidad de reflexiones sobre el ser humano que conviene leerla con detenimiento para aprovechar toda su riqueza. Eso es también lo que me ha movido a incluirlas a continuación… que también vosotros podáis conocer al menos un poquito de las enseñanzas que yo tuve el privilegio de recibir. En las próximas entradas que haga en este blog lo podréis comprobar por vosotros mismos...
 

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