Cuando dejé de lado la Publicidad para ejercer al cien
por cien como periodista, pude dar rienda suelta al escritor que llevaba dentro
y que hasta entonces se tenía que contentar con esos pequeños textos
publicitarios o con los textos un poco más extensos de los manuales de
formación e información para el resto de empleados. Como responsable de la
Comunicación me dedicaba a buscar todas aquellas informaciones de la empresa y
del grupo al que pertenecía, que pudieran tener interés periodístico. Después,
convertía esa información en noticias de interés para el público general. Y
finalmente las enviaba a los medios de comunicación para que las publicasen.
Pero eso no era todo; también mantenía contacto diario con periodistas de
diferentes medios de comunicación, organizaba viajes nacionales e
internacionales con periodistas para cubrir eventos, organizaba ruedas de
prensa, sesiones y cursos de formación para periodistas y para portavoces,
escribía con regularidad artículos que enviaba y se publicaban en muchas revistas
del sector, escribí –incluso- un libro sobre la historia de la compañía… y
edité dos revistas, una trimestral y otra mensual. Con relación a esto último
hay que aclarar que esas revistas no eran como las clásicas “revistas de
empresa” que edita cualquier gran organización, algo así como “la voz de su
amo”, en donde todo lo que se escribe es para ensalzar las virtudes de la
compañía, de sus productos y de sus directivos; por el contrario, yo tenía
libertad y criterio suficiente para dar a las informaciones un enfoque y estilo
periodístico capaz de interesar a los lectores.
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