Hoy
quiero mostraros el paralelismo entre un conocido cantante español, el rockero
Miguel Ríos y yo a través de la letra de una de sus canciones, una canción que
fue muy especial. Y digo esto, porque cuando empezó a cantar Miguel Ríos se
puso de nombre artístico “Mike Ríos” porque sonaba a extranjero y daba algo así
como más glamour. Por aquella época cantaba grandes éxitos de otros artistas,
en general canciones banales e intrascendentes aunque tuviera mucho éxito tanto
en sus versiones originales como en las versiones que hacía el propio “Mike”.
Pero
un día, y a pesar del éxito obtenido, se cansó de aquella superficialidad y se
retiró de la escena pública. Años después volvió a reaparecer –como el río
Guadiana- pero esta vez con su nombre real, Miguel Ríos, y cantando canciones
originales compuestas para él. Ese primer disco de la nueva etapa tenía una
canción muy significativa que se titulaba “Ahora que he vuelto”. Esto es lo que
decía esa canción y esto es lo que me sugiere…
“Yo
era joven y triunfaba, y la vida me sonreía,
y cantaba cosas tontas aunque la gente aplaudía”.
Desde
muy joven me sentí escritor. Con siete años escribí mi primer relato y con 13
años ya escribía poesías. Pude lograr mi sueño de vivir de mis escritos, aunque
no fuesen poemas sino textos publicitarios, primero, y noticias, artículos periodísticos
e informes, después. Triunfé y la vida me sonrió. Claro que mis escritos (los
que no eran de carácter profesional y que sólo hacía por hobby, tenían esa
pizca de ingenuidad y de inocencia que dan los pocos años… no eran gran cosa
desde el punto de vista literario, pero sí una buena muestra de mi desbordante
creatividad y originalidad.
“Pero
un día no canté, porque un día comprendí
Que era falsa mi canción, que la vida no era así”.
Mi
etapa de disfrute estrictamente personal como escritor tuvo un recorrido
similar al del río Guadiana, que tan pronto desaparecía y dejaba de escribir
para centrarme sólo en mi trabajo, como volvía con más fuerza que antes y era
capaz de compaginar profesión y disfrute íntimo por escribir. Y en una de esas,
comprendí que todo poder conlleva una responsabilidad, y por consiguiente un
escritor tiene la responsabilidad de poner su capacidad al servicio de los
demás.
“Ahora
que he vuelto y tengo tanto que decir,
pido que me oigan, aunque no se acuerden de mí.
No tengo miedo de que se pierda mi cantar,
sé que entre todos, alguno me querrá escuchar”.
Si
bien he seguido escribiendo cómo y cuánto me ha dado la gana, he escrito consecuente
de la responsabilidad de compartir opiniones y experiencias y, sobre todo,
animando a que cada uno busque su camino y se forje su propia opinión; que no
sucumba ante el “pensamiento único” que la dictadura global nos está
imponiendo.
Al igual que Miguel Ríos, no tengo miedo de que mis escritos caigan como semilla en desierto estéril porque sé que alguien, aunque sólo sea uno (que son muchos más, según he podido comprobar) quien me lea.
“Caminando
entre la gente de los campos y ciudades,
me di cuenta de mentiras y aprendí grandes verdades.
Y quisiera yo contar lo que de ellos aprendí,
ya la gente no es igual que aquél día en que me fui”.
Tras
siete décadas de vida es mucha la experiencia que se adquiere y provechosas las
enseñanzas si uno pone interés en ello. Por eso quiero compartir lo que he
aprendido, lo que he experimentado, lo que he intuido… y siempre con respeto
por la libertad de opinión para que cada persona recuerde que tiene la
capacidad de pensar por sí misma, que este mundo no es sólo material sino
también espiritual, y que todos vamos evolucionando en este discurrir… y las “palabras
inefables” que voy volcando en este blog, son buena prueba de ello.
Las sorprendentes memorias de un Director de Comunicación…
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y cantaba cosas tontas aunque la gente aplaudía”.
Que era falsa mi canción, que la vida no era así”.
pido que me oigan, aunque no se acuerden de mí.
No tengo miedo de que se pierda mi cantar,
sé que entre todos, alguno me querrá escuchar”.
Al igual que Miguel Ríos, no tengo miedo de que mis escritos caigan como semilla en desierto estéril porque sé que alguien, aunque sólo sea uno (que son muchos más, según he podido comprobar) quien me lea.
me di cuenta de mentiras y aprendí grandes verdades.
Y quisiera yo contar lo que de ellos aprendí,
ya la gente no es igual que aquél día en que me fui”.
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