A
veces nos preguntamos qué es mejor, si la uniformidad (formas y pensamientos
comunes para todos) o la disparidad (múltiples formas diferentes de ser y
actuar).
A
simple vista, parece que la uniformidad es algo que aporta seguridad, sosiego,
tranquilidad, paz, progreso, estabilidad… En el ámbito militar todos visten
igual y se rigen por unos mismos códigos; en muchos colegios, los alumnos
visten todos ellos de igual forma para que no haya diferencias visibles, y así
en muchos otros ámbitos de la vida. Permitir que –por ejemplo- los militares
pudiesen vestir como quisiesen, conduciría sin duda a la anarquía, a la desorganización
total y por consiguiente al fracaso. Permitir –por ejemplo- que los alumnos
vistan en el colegio como quiera cada uno, acentúa las diferencias de poder
económico y social, crea desigualdades y genera un ambiente de “guettos” e
incluso de enfrentamiento.
Pero
hay otra forma de ver las cosas…
La
uniformidad (que en teoría parece ser el ideal) sólo puede evolucionar a través
de la multiplicidad, puesto que este paso es el que va a permitirle multiplicar
el número de experiencias. Por ello, la división, lo diferente y lo múltiple,
es lo verdaderamente enriquecedor siempre y cuando se canalice de forma
constructiva, como vía de enriquecimiento de ese ideal colectivo al que
aspiramos.
Nadie está en posesión de la verdad… (Un libro de opinión que no trata de convencerte de nada)…
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