miércoles, 1 de noviembre de 2017

En el día de los cementerios

En los cementerios de Noruega la gente no lleva flores que, depositadas sobre una lápida fría se secarán a las pocas horas, el viento las arrastrará, el jardinero las barrerá… si antes no ha pasado por allí algún desalmado para robar esas flores y llevarlas a la tumba de sus familiares ahorrándose así el dinero que costaron. En los cementerios de Noruega la gente planta las flores y estas crecen junto a la tumba, rodeada de verde eterno. Allí la gente acude a honrar la memoria de sus seres queridos cuyos restos yacen en un paraje más parecido a un jardín que a un cementerio. Allí se encuentran a disposición de los visitantes todos los utensilios necesarios para arreglar las plantas y que estas crezcan y se renueven día tras día: azadas, rastrillos, regaderas… todo a su alcance para facilitar el remozado de ese jardín que crece sobre los restos de los seres queridos. Después, cuando han terminado la faena, vuelven a dejar los utensilios en su sitio para que otros los utilicen. ¿Qué pasaría en España? Ni los rastrillos, ni las azadas, ni las regaderas… durarían una hora, porque nadie respeta a sus semajenates, porque no hay ni respeto ni educación.

Por eso, en este día de hoy, uno de noviembre, día de recordar a quienes nos precedieron en esta vida, vuelvo mi vista y mi recuerdo no hacia nuestros cementerios sino hacia los cementerios del norte de Europa en donde sus habitantes son… humanos.

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