Dice el perro: “Ser gallo debe resultar una delicia. Rodeado
de gallinas y, al apuntar el día, saludar el alba con un estentóreo
¡ki-ki-ri-ki! Los perros, ni intentamos cantar, y nuestra voz molesta a todo el
mundo. Suerte perra la nuestra...”.
Poco después, el perro cambia radicalmente de opinión: “¿Qué
se hizo del señor gallo? ¿Será verdad que ayer le cortaron el pescuezo y que
hoy le han cocido en compañía de unos granos de arroz? Bueno, bueno, sigo
prefiriendo el papel de animal no comestible y ladrando a mis anchas aunque
moleste”.
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