jueves, 14 de noviembre de 2013

Mira mis dientes

En días de lluvia miraba por la ventana el cielo gris y la tristeza se hacía tan fuerte que apenas me quedaban fuerzas para moverme y romper aquél maleficio. Ya no sabía que era peor, si estar encerrada en la cárcel del colegio o en aquella soledad de la urbanización a dos kilómetros del pueblo.

¿Podrían ir peor las cosas? Pues sí. Y en ello tuvo mucho que ver el dinero de mi padre, lo único que tenía para engañarse a sí mismo y para creer que tenía una hija a la que cuidaba.

Yo no me había dado cuenta, pero parece ser que alguien dijo que debían arreglarme la boca para que no se estropease mi dentadura. Fue así como en aquellos días tuve que hacer un par de visitas al dentista para salir de allí con hierros en la boca. Por si no era bastante cárcel el mundo en que vivía, ahora tenía que llevar rejas también en mi boca.

Al principio pensé que aquello me deprimiría aún más; pero me equivoqué, cuando me vi los hierros en la boca me sentí con más fuerza, con un signo de fiereza y diferenciación que nunca antes había intuido existiera en mí.

Miré mi nueva imagen ante el espejo. Dos hileras de hierro sujetaban de lado a lado toda mi dentadura. Podía abrir y cerrar la boca, mostrar toda la fuerza que llevaba dentro y sentirme más fuerte. Me habían marcado como a los caballos y ahora tenía mi propia marca. Eso sí, se acabaron los chicles y gominolas, aunque sí podía comer caramelos normales y casi cualquier clase de comida.

Cogí mi cámara de fotos e inmortalicé ese momento. Miré una y otra vez mi cara ante el espejo y me eché a reír. Jamás escondería mi sonrisa. Jamás taparía mi boca con la mano. Si esa era yo, esa era la persona que tenía que mostrar al mundo.

Y junto a aquél descubrimiento tuvo que venir otro aún más turbador. Hasta entonces no me había dado cuenta, pero de repente solté la revista de mis manos y la dejé caer al suelo. ¿Qué es lo que estaba haciendo? Estaba absorta contemplando las chicas que venían en esa revista del corazón y mi vista sólo se fijaba en ellas, no en los chicos. Me atraía más... lo femenino.

Del libro (en prosa y poesía), "Las cosas de Alma", de Vicente Fisac.

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