viernes, 8 de noviembre de 2013

La condecoración más alta

Pasaron allí muchas horas y durante aquél tiempo les sirvieron una sopa caliente que les entonó, pero su ropa continuaba mojada y la humedad se les clavaba en los huesos. Eloy saludó a aquella mujer a la que había rescatado y le preguntó si estaban bien ella y la niña. La mujer no hablaba inglés, pero Sonja que estaba a su lado, se lo fue traduciendo y esta le dio las gracias y le llamó su “salvador”. A Eloy lo único que le importaba era que se encontrasen bien y se acercó a la niña preguntándole algunas cosas sencillas en inglés que ella sí entendía. Eloy se interesó por el estado de salud de la muñeca y le preguntó a la niña que cómo se llamaba la muñeca y si estaba bien. La niña sonrió y Eloy le dijo que había sido muy valiente y que la muñeca estaría orgullosa de ella. La niña le dijo que su nombre era Erika y le dio un beso. Eloy sintió una enorme alegría, acababan de colgarle la mejor de las medallas posibles.

Después se acurrucó otra vez junto a Sonia para esperar, mientras no daba crédito a lo que había sucedido. Recordaba cómo la noche anterior avanzaba allí mismo, por el pasillo del graderío hasta su localidad, y se sentía extraño al ocupar un asiento como espectador en vez de estar en el escenario como artista. No habían transcurrido ni 24 horas y por fin estaba pisando el escenario, ese mismo escenario, pero no había música de fondo, ni focos, ni público aplaudiendo y siguiendo el ritmo de las canciones. Sin embargo sentía algo muy especial, una enorme alegría, y era el beso de Erika que aún notaba en su mejilla; eso le reconfortaba más que todos los aplausos que hubiera recibido a lo largo de su carrera.

De la novela "La fuga" de Vicente Fisac

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