Entre las medidas implantadas por el Gobierno para dar prioridad absoluta a los medicamentos genéricos han llegado al absurdo de que “a igualdad de precio” (entre el genérico y el original) se dispense el más barato; es decir, es como si a igualdad de precio entre un polo Lacoste original y uno comprado a los negros que los venden el la playa, el ciudadano tuviera que llevarse obligatoriamente el falso.
Pero en este caso estamos hablando de salud y lo que no se dice es que a un genérico no se le exige que sea “igual” que el original, sino que se conforman con que tengan un 25% de más o de menos de biodisponibilidad respecto al original. Por lo tanto es mentira que un genérico sea “igual” que el original; la realidad es que un genérico es “aproximadamente igual” a uno de marca.
¿Cómo reaccionáis cuando vais a una tienda y os dicen “no tengo eso que me pides pero tengo otra cosa parecida?”. “No tengo el CD de ese cantante que me pides, pero tengo otro de uno que canta igual”. ¿Lo aceptáis? Pues con los medicamentos estamos hablando de salud. ¿Tenemos unas Autoridades sanitarias capaces de garantizar al menos que los miles de genéricos existentes (de 50 a 100 por cada principio activo) reúnen una calidad aproximada al original? ¿Con qué frecuencia hacen esos controles?
Por otra parte, si siguen exprimiendo a los que investigan ¿para qué van a querer seguir investigando? Los inversores se irán a otros sectores más productivos. ¿La consecuencia?: dentro de 100 años tendremos medicamentos de hace un siglo y ni un solo nuevo descubrimiento.
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