“Tú eres un tal”, dice uno. “Y tú más”, responde el otro.
¿Es esta una respuesta correcta? ¿Ha hecho, el que responde, una argumentación
con suficiente peso como para ser incontestable? Evidentemente no. El que
responde “Y tú más” no hace otra cosa que eludir la respuesta y salirse por la
tangente. Con esa respuesta no desmonta la argumentación del primero, sino que
–simplemente- desvía la atención hacia otro punto, posiblemente porque no es
capaz de responder con argumentos sólidos (bien sea porque no los tiene o
porque no los conoce).
¿A qué viene esto? Pues, ni más ni menos, a que es algo que
vemos y escuchamos todos los días, bien sea en nuestra relación con los demás o
simplemente viendo la televisión o escuchando la radio en esas, tan poco edificantes,
tertulias-basura. Pero también, en el mundo de Internet está presente a diario.
Por poner un ejemplo reciente: hace poco escribí un post sobre Mandela, dando
argumentos que ponían en evidencia su pasado como líder de una banda
terrorista, causante de más de 150 atentados y más de 200 muertes. Al leer
aquello, algunos estuvieron de acuerdo conmigo (aunque en realidad no había que
estar de acuerdo o no, porque los hechos son los hechos y los más de 150
atentados y más de 200 muertes no eran “opiniones” sino hechos). Otros
estuvieron en contra, porque –posiblemente- pesaba más en ellos lo positivo que
hizo ese político o quién sabe qué otras razones o sentimientos. Pero, en vez
de hacerme ver –con datos- cosas buenas que hubiera hecho ese político, empezaron
a decir que Mandela era mejor que Franco (¿!). Y digo yo ¿qué clase de
argumento es ese? Si ni siquiera se cruzaron nunca sus caminos. El que Franco
fuese muy malo, y Hitler también, y Calígula también... ¿hace eso que los actos
terroristas de Mandela y las muertes que causó sean buenas?
Escarbando un poco más, me di cuenta del lavado de cerebro
que nuestros políticos de izquierdas, y algo también los de derechas, han hecho
sobre la población. Nuestros políticos nos han acostumbrado al “Y tú más” para
defenderse de tropelías que no tienen ninguna justificación; pero con el “Y tú
mas” le dan carnaza a la opinión pública que vuelca su frustración en el odio
hacia el contrario. Es algo así como decir: “Como todos los políticos son unos
ladrones, prefiero que me roben los de mi partido”. Y por eso, llegadas las
elecciones, casi todo el mundo sufre un ataque tremendo de amnesia y vuelve a
votar a los mismos. Si la gente fuese consecuente, esos partidos no se
llevarían más votos que los de ellos mismos, algún familiar suyo y unos cuantos
miles de enchufados por ellos.
Así que cuando alguien dice o me dice “Y tú más”,
sencillamente desconecto. Ante argumento tan débil no vale la pena proseguir.
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