Llegó a casa feliz, con la cara sonriente, radiante de
felicidad y con un poco de autosuficiencia. Corrió directa hacia el salón en
donde estaban sus padres y se plantó ante ellos. Alzó la voz para captar su atención
y les anunció con voz solemne: “Ya se quiénes traen los juguetes de Reyes”.
Los padres dejaron inmediatamente sus quehaceres y la
miraron con asombro, con sorpresa y... con decepción. “¿Es que ya te has
enterado?”, preguntó el padre. “¿Te lo han dicho en el colegio?”, preguntó la
madre.
“Estaban unos profesores hablando entre ellos y yo, que
tengo muy buen oído, me enteré de lo que hablaban: los juguetes de Reyes no los
traen los Reyes, sino los padres... de los Reyes”.
Los padres respiraron de alivio y trataron de esconder una
sonrisa, mientras la niña salía otra vez del salón, contenta, para jugar en su habitación.
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