El cielo estaba completamente azul y el sol bañaba las
fachadas de los edificios. Yo paseaba con la mirada hacia arriba disfrutando de
la belleza arquitectónica de las casas y grandes edificios, a cual más bonito.
De vez en cuando miraba también al suelo y veía la gente caminar tranquilamente
sobre unas aceras inmaculadas. Pero prefería detener mi vista en las fachadas,
contemplando los balcones, las terrazas, los adornos que daban un toque
singular y diferente a cada uno de los edificios.
Estaba tan ensimismado mirando los edificios y fijándome en
los pequeños detalles de cada fachada, que no fue hasta cierto tiempo después
cuando me di cuenta que no sabía en qué ciudad estaba. Debía ser una ciudad
extranjera, pero no sabía decir cuál puesto que nada de aquello me resultaba
familiar... Y entonces me di cuenta que yo avanzaba por las calles sin tocar el
suelo. No iba en coche, tampoco en autobús, tampoco andando... simplemente
avanzaba como flotando unos centímetros por encima del suelo a empuje de mi
voluntad. Finalmente comprendí que estaba soñando.
Al ser consciente de aquello volví a fijarme en los
edificios, me acerqué a ellos, contemplé la porosidad del granito, de los
ladrillos... los toqué. ¡Era todo tan real! Giré la vista en todas direcciones
y en todas direcciones veía calles y edificios diferentes y distinguía todos
los detalles... el día seguía siendo luminoso. Debía ser, en efecto, un sueño,
pero yo era dueño de mis actos, avanzaba y me detenía a mi entera libertad y
podía apreciar cualquier detalle, mirarlo de cerca y sentirlo todo tan
real... Por eso decidí –fuera o no un sueño- proseguir con mi paseo por aquella
bella y extraña ciudad. Hasta que, de pronto, al doblar una esquina y mirar la
nueva calle que se abría ante mi, descubrí que era un bucle: esa nueva calle ya
la había visto antes; esa imagen ya la había tenido antes frente a mis ojos y
ahora alguien la había copiado y pegado de nuevo en ese recorrido que estaba
haciendo. Era como en los videojuegos, cuando tú puedes recorrer decenas de
lugares pero al final siempre vuelves al mismo sitio porque esos sitios que han
construido son, al fin y al cabo, limitados.
En esta ocasión, y a pesar de tratarse –aparentemente- de un
sueño, yo había descubierto, había sido consciente, de ese bucle. Entonces me
pregunté si en lo que nosotros llamamos la vida real, no existirán también
algunos bucles similares. Posiblemente existan, aunque aún no hemos sido
conscientes de ello.
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