domingo, 29 de diciembre de 2013

El bucle

El cielo estaba completamente azul y el sol bañaba las fachadas de los edificios. Yo paseaba con la mirada hacia arriba disfrutando de la belleza arquitectónica de las casas y grandes edificios, a cual más bonito. De vez en cuando miraba también al suelo y veía la gente caminar tranquilamente sobre unas aceras inmaculadas. Pero prefería detener mi vista en las fachadas, contemplando los balcones, las terrazas, los adornos que daban un toque singular y diferente a cada uno de los edificios.

Estaba tan ensimismado mirando los edificios y fijándome en los pequeños detalles de cada fachada, que no fue hasta cierto tiempo después cuando me di cuenta que no sabía en qué ciudad estaba. Debía ser una ciudad extranjera, pero no sabía decir cuál puesto que nada de aquello me resultaba familiar... Y entonces me di cuenta que yo avanzaba por las calles sin tocar el suelo. No iba en coche, tampoco en autobús, tampoco andando... simplemente avanzaba como flotando unos centímetros por encima del suelo a empuje de mi voluntad. Finalmente comprendí que estaba soñando.

Al ser consciente de aquello volví a fijarme en los edificios, me acerqué a ellos, contemplé la porosidad del granito, de los ladrillos... los toqué. ¡Era todo tan real! Giré la vista en todas direcciones y en todas direcciones veía calles y edificios diferentes y distinguía todos los detalles... el día seguía siendo luminoso. Debía ser, en efecto, un sueño, pero yo era dueño de mis actos, avanzaba y me detenía a mi entera libertad y podía apreciar cualquier detalle, mirarlo de cerca y sentirlo todo tan real... Por eso decidí –fuera o no un sueño- proseguir con mi paseo por aquella bella y extraña ciudad. Hasta que, de pronto, al doblar una esquina y mirar la nueva calle que se abría ante mi, descubrí que era un bucle: esa nueva calle ya la había visto antes; esa imagen ya la había tenido antes frente a mis ojos y ahora alguien la había copiado y pegado de nuevo en ese recorrido que estaba haciendo. Era como en los videojuegos, cuando tú puedes recorrer decenas de lugares pero al final siempre vuelves al mismo sitio porque esos sitios que han construido son, al fin y al cabo, limitados.

En esta ocasión, y a pesar de tratarse –aparentemente- de un sueño, yo había descubierto, había sido consciente, de ese bucle. Entonces me pregunté si en lo que nosotros llamamos la vida real, no existirán también algunos bucles similares. Posiblemente existan, aunque aún no hemos sido conscientes de ello.

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