En mi último post hablé sobre Nelson Mandela, en concreto
sobre su etapa de terrorista que dio como resultado 156 atentados y más de 200
muertes. De cómo años después –ya condenado a cadena perpetua por sus crímenes-
el presidente de Sudáfrica le pidió que se arrepintiese públicamente y este, en
vez de arrepentirse, ordenó desde la cárcel un nuevo atentado que se saldó con
la muerte de dos mujeres y tres niños. Nelson Mandela figuraba por méritos
propios como “terrorista” en la agenda de casi todos los líderes políticos de
todo el mundo.
Pero he aquí que muchos años más tarde sale de la cárcel, se
presenta a las elecciones y sale elegido presidente. Entonces, por arte de
magia, a todos los líderes políticos se les olvida que fue un asesino, y
establecen relaciones con él, bromean, se hacen fotos, colaboran... ¿Por qué?
Pues muy sencillo, porque para todos los líderes políticos –desde el mismo
momento en que Mandela fue presidente- pasó de ser “terrorista” a ser “uno de
los nuestros” (mejor dicho: “uno de los suyos”, de la clase más putrefacta que
es la política). Y en política –como en tantas otras facetas de la vida- existe
el corporativismo, sólo que aquí da náuseas.
Por eso no está de más recordar que Mandela fue un asesino.
Ahora que tanto escriben de él ¿por qué nadie entrevista a los familiares de
sus víctimas? Pero, claro, era un “político” y según eso, llego a la conclusión
que “político” y “asesino” es una misma cosa. ¿O no son los políticos los que
llevan a sus países y/o a sus ejércitos a la guerra para que el armamento que
tienen se “gaste” y puedan seguir comprando y/o produciendo más? ¿Qué les
importa a ellos que muera la gente, mientras sea “uno de los suyos” el
responsable?
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