martes, 26 de mayo de 2009

¿Informar o...?

Entendemos que la publicación de noticias positivas y negativas en relación a cualquier compañía, institución o personaje público, es un ejercicio de libertad informativa e independencia, frente al cual no cabe más que aceptar las reglas del juego democrático y mantener una relación de apertura informativa hacia los medios, a fin de que la voz del aludido sea también escuchada.

Entendemos que los medios de comunicación se deben a sus lectores, y que este interés debería primar por encima de los intereses de sus editores, anunciantes y grupos de apoyo, por lo que deberían ofrecer una informaciones imparciales y equilibradas, si bien están en su derecho de incluir también columnas de opinión, claramente diferenciadas de lo que es la información concreta de un hecho en sí, y sobre el cual debe ser el propio lector quien se forme su propia opinión de una forma independiente y no dirigida.

Entendemos que los medios de comunicación dependen de la audiencia (responsable a su vez de sus ingresos publicitarios imprescindibles y legítimos para su supervivencia) y deben buscar la ampliación y fidelización de la misma por todos los medios legítimos y democráticos a su alcance, entre los cuales no se encuentran –desde luego- la información sesgada, el sensacionalismo sin base ni rigor informativo, el partidismo descarado a favor o en contra de una determinada compañía, institución, personaje…

Por todo ello, no entendemos (o mejor dicho, no aprobamos) la fijación (porque no cabe calificarla de otra forma) en contra de alguien (sea compañía, institución o personaje público), por parte de unos medios de comunicación concretos, de tal forma que los citados medios: publican de forma reiterada opiniones negativas (sean propias o de terceros, aun cuando estos representen a una minoría y sin incluir en la misma proporción las opiniones de la mayoría), interpretan en sentido negativo cualquier actividad o declaración de la compañía, institución o personaje aludido, de tal forma que da igual lo que este haga o diga, porque el reflejo que tendrá en sus páginas siempre será negativo; realizan ataques de carácter personal, poniendo en evidencia que prima más el grado de empatía entre el periodista y la compañía o directivo aludido que el valor informativo que se pueda desprender de ello. Y todo esto se hace de una forma reiterada, con lo que se evidencia que no se trata de temas de interés informativo (porque pocos temas informativos hay que mantengan su interés durante tanto tiempo) sino de una persecución fuera de toda ética periodística en la que se aprovecha el control de unos espacios mediáticos para un ataque permanente guiado por intereses particulares o fobias personales.

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