Qué duda cabe que los jóvenes ya nacen con una habilidad innata para manejar todos los artilugios electrónicos que invaden nuestra vida cotidiana. A los mayores, en cambio, nos cuesta trabajo aprender el manejo de cada aparatito nuevo que va saliendo. Por eso, recurrimos con frecuencia a ellos para que nos expliquen cómo funciona o cómo se usa una determinada función de cualquiera de esos aparatos. Sin embargo sus explicaciones nada tienen de pedagógicas. Su respuesta siempre suele ser la misma: “¡Es muy fácil: así, así y así! ¡ Ya está!”. Lógicamente, en ese espacio de uno o dos segundos que ha durado la explicación tú no has podido ver absolutamente nada, los dedos los mueven a tal velocidad y, además, tapando las teclas, que es imposible ver nada; así que te quedas igual que al principio. Después de esas lecciones imposibles, es cuando decides ponerte a estudiar el manual y tras muchas horas de estudio y muchas semanas de práctica, consigues manejar medianamente bien el dichoso aparatito. Es entonces cuando te vuelven a inundar los anuncios, los comentarios, la presión social y comercial para que cambies ese tuyo tan antiguo (cualquier cosa que tenga más de seis meses) y compres el nuevo modelo que acaba de salir. Si no lo compras –piensan ellos- no podrás ser feliz y la sociedad te repudiará como a un proscrito...
¡Qué cosas...!
No hay comentarios:
Publicar un comentario