domingo, 24 de agosto de 2025

Diálogos con mi musa: Hasta mañana

POETA.- Por favor, mi amada, aléjate de mi lado cuando despunte el día. No sigas más tiempo a mi lado porque estás deshaciendo mi cerebro.
(Se quedó sorprendida, y con los ojos abiertos grandemente).
MUSA.- No te entiendo. Me estás pidiendo que me aleje cuando antes suplicaste mi presencia. ¿Acaso no has sido feliz estas noches conmigo?
POETA.- Sí, claro que lo he sido. Pero hicimos un pacto y tú lo estás quebrantando. ¿No te acuerdas? “Para mí los días, para ti las noches”. Ya lo ves, y ahora en cambio resulta que me embriagan tus sueños por el día.
(Me miró interrogante, como diciendo: “¿Y las noches?”).
Ya sé que por las noches hemos unido nuestras almas y te aseguro que he sido tan feliz como tú. Pero al llegar el día has querido seguir a mi lado y no he podido estar contigo ni estar conmigo.
MUSA.- Pero...
POETA.- Claro que sé cuánto te cuesta estar separada, pero debes comprenderlo. ¡Ay, no me atormentes por el día con tus besos!
MUSA.- Te comprendo, pero es muy difícil para mí estar ausente tanto tiempo. ¿O acaso no te duele cada mañana el despertar?
POETA.- Sí, y cada mañana me duele más. Y ese dolor no me suelta ya durante el día. ¿Qué he de hacer para librarme?
MUSA.- Estás pensando en tu futuro, ¿verdad?
POETA.- Sí, no tengo más remedio que trabajar y no me dejas.
MUSA.- ¿Tanto amas esta vida?
POETA.- Tengo que estar en ella.
MUSA.- ¿Qué propones entonces? ¿Qué podemos hacer para resolver este dilema?
POETA.- No lo sé; sólo sé que he perdido otro día y por eso voy a dedicarte lo que resta de él.
(Se sentó a mi lado y me abrazó en silencio. En el otoño frío, su aliento oscilante bañaba mis mejillas).
Anda, si quieres podemos repasar estas noches de amor que me has regalado desde que hicimos el pacto.
MUSA.- ¡Qué bonito es recordar! ¿Verdad?
POETA.- Anda, vamos a empezar ya...
 
Primer sueño.- En nuestra primera noche elegiste un cuerpo bonito. Un cuerpo que veo todos los días, que en mi subconsciente persigo. Todos lo ignoran menos tú, que de verdad me comprendes y por eso quisiste venir en él para llenar nuestra primera noche. Simplemente fue un preludio de las noches venideras. Soñé que estaba en el trabajo y tú, por detrás, desprevenido yo, me besaste. Un relámpago fugaz que abrasó mi mejilla. Me volví -¿quién habrá sido? me dije- y tú estabas allí sonriendo limpiamente ante la indiferencia de los demás que no prestaron ninguna atención a este incidente. Después... no recuerdo qué más pasó aquella noche. Quizás sólo fue eso, un beso fugaz que aún quema en mi mejilla...
Segundo sueño.- En la segunda noche elegiste el mismo cuerpo. Te sentaste a mi lado en el trabajo. Miré tus ojos amplios y tu sonrisa abierta, y comenzamos a hablar. Te notaba diferente, estabas como más hecha, más mujer. Parecía como si de una noche a otra hubiesen pasado quince años; desde el primer amor al último. Y esta vez sí que se dieron cuenta los demás. Bastaba no estar ciego para descubrir cómo relucías entre los escombros del funcionalismo. Ellos nos  miraban y murmuraban, envidiosos sus labios y sus oídos. Pero nosotros, aparte; vencedores de todo.
Al acabar el trabajo salimos juntos y sin saber por qué te estreché junto a mí. Los demás miraron, miraron... dejaron de vernos. Y allí estábamos los dos en las calles absurdas y hermosas de los sueños. Mi brazo te rodeaba con firmeza, como si tuviera miedo de perderte. Y hablamos, y de vez en cuando besaba con amor tu mano. Y la calle se perdió también entre las sombras.
 
Tercer sueño.- Al despertar de mi tercera noche miré hacia el sueño, que aún permanecía tan real y tan cercano... Esta vez elegiste un cuerpo diferente y más maravilloso aún que el anterior; un cuerpo joven y limpio... y sin pasado; un cuerpo que parecía especialmente creado para mí. Y ¿qué hicimos? ¡Ah! Estuvimos bailando mucho tiempo. Yo estrechaba con hambre tu tierna mano, tan suave, junto a la mía. Flotando en un éxtasis, nos mirábamos a los ojos. Eran limpios, como los tuyos, como los de mi musa. Unos ojos fijos que hacen estériles las palabras. La nariz perfecta y unos labios entreabiertos que a su modo también me miraban. Yo no hacía nada más, simplemente, te miraba. Y con tu cuerpo joven dabas respuesta a todas mis preguntas.
Y la noche fue muy larga. Los minutos, más bien horas, de aquél baile se acabaron y tú, sin dejar de mirarme ni un momento, besaste tu dedo índice y lo juntaste con mi cara. ¡Ya tenía mis dos mejillas marcadas! No pudiendo resistir más, cogí tu mano que ya retirabas y estrechándola contra mi pecho la besé repetidas veces -¿cómo olvidar tus ojos, o tu boca, o tus manos?- consciente de que aquella tarde de baile se acababa. Pero aún era pronto. Salimos juntos. Y de nuevo estábamos solos los dos en las calles de los sueños. Mi brazo –que ya tenía menos miedo- te aprisionó, sin embargo. Eras tú la que tenía miedo al adiós que se acercaba. Y te apoyaste en mi hombro y nos miramos de nuevo -¿para qué sirven las palabras?- Ninguno se atrevía a despedirse. ¿Volveríamos a vernos alguna vez más o todo habría sido así de fugaz? Pero se hizo el día, sin darnos cuenta. Nos separamos lentamente. Besé tus manos. Nos fuimos distanciando. Los labios aguardaban las palabras postreras. Era el momento ya de poner punto final a aquél encuentro y... desperté.
 
MUSA.- Tienes razón, no puedo estar sin ti o es que quizás yo también te necesite a ti para mi propia existencia.
POETA.- Valen poco las palabras. He mirado tus ojos. Son iguales que los de esta noche. Están limpios de amor.
MUSA.- De amor limpio.
(Me miró en un intento de re enlazar nuestra conversación anterior).
¿Todavía tienes miedo a tu futuro? Di. ¿Todavía tienes miedo al trabajo que habrás de realizar en esta vida?
POETA.- ...Sí.
(Los dos sonreímos y recordamos las sonrisas de esas noches).
MUSA.- ¿Quieres que me marche por el día?
(La conversación, por un momento, pareció tornarse triste).
POETA.- Haz lo que quieras. ¿Qué puedo pedirte si mi vida es tuya?
MUSA.- Hasta mañana.
 
EPÍLOGO.- Sé que cualquiera que lea estas líneas pensará en la exuberancia de mi imaginación... o de mis desatinos. Puede, incluso, que haya muchos que no comprendan nada de lo que estas líneas encierran. Pero tanto unos como otros no deben extrañarse si les digo que la musa es un ser que existe. Puedo verla en esta habitación; precisamente ahora se está alejando lentamente. Pronto desaparecerá y no volverá hasta la noche. Y yo la amo en todas sus actitudes. Por eso todos los días le digo, como a una esposa, “hasta mañana”.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Los primeros pasos de un escritor”: https://www.amazon.es/dp/1708323147

No hay comentarios: