En un extremo del mundo
y bañada por la luz
estallaban en su cara los colores
de la vida y del sosiego,
de la paz entre los libros
y el horizonte de un mar
y del orden consentido.
En otro extremo del mundo
la luz seca le cegaba
y sus ojos vislumbraban
otros sueños, nuevas metas,
otras vidas que abarcar,
lugares donde sembrar
sus poemas de esperanza,
sus sueños de realidad.
Los dos se unieron un día
y sus miradas cruzaron
la tierra de lado a lado,
sin saber cómo y por qué
se sintieron liberados,
comprendieron que la magia
ya se había despertado.
Dos haces de luz se unieron
iluminando con fuerza,
por fin, un camino nuevo.
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