Un tema recurrente de actualidad está siendo el aborto, el cual rara vez se aborda desde la independencia y sí en cambio desde la manipulación para utilizarlo como herramienta de ataque a los contrarios.
Lo primero que cabría señalar es que el aborto no es ningún derecho. Sí lo es el “derecho a la vida”; también se puede exigir el “derecho a la propia muerte”; pero no parece razonable pedir “el derecho de matar a otro”. Ese derecho se lo arrogan todos los Gobiernos cuando deciden participar en guerras; también se lo arrogan las dictaduras para “eliminar” a la resistencia; y en algunos sitios, también las democracias en las que está autorizada la pena de muerte.
Defender o atacar el aborto no es de derechas ni de izquierdas, no es de religión ni de agnosticismo; es simplemente una cuestión moral por encima de cualquier etiqueta que quieran ponerle.
Por mi parte, ofreceré a continuación algunas reflexiones.
Precisamente, en el marco de la defensa de los pacientes, si hay alguien a quien debemos prestar una atención especial, es a aquellos que por la gravedad de su enfermedad, por su edad o por su menor capacidad de autonomía o discernimiento, no tienen posibilidad de hacer oír su voz y hacer valer sus derechos. Sobre estos, los que aún no han traspasado la barrera de su nacimiento, o los que se encuentran al final de su vida, los más desprotegidos e indefensos, se centra un debate social en el que otros quieren decidir por ellos. Llamar al aborto “interrupción voluntaria del embarazo” sólo es un ardid para anestesiar conciencias.
Comencemos por el inicio de la vida, que es el momento de unión del óvulo y el espermatozoide, a partir del cual se inicia el camino de la vida, un camino al que se pretende poner plazos para poder cortarlo a nuestro antojo, sin conceder a ese ser vivo ningún derecho. Con la fecundación inicia la aventura una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar.
No entraremos aquí en el debate de cuál es el momento en el que pretenden considerar al nuevo ser con derecho a la vida, si a las 12 semanas, a las 20 o incluso desde el momento de su nacimiento.
Hay algunos que argumentan que la futura madre tiene derecho a decidir porque ese nuevo ser que lleva dentro depende de ella, pero esto no quiere decir que sea parte del organismo materno. Tampoco después de nacer puede un niño vivir independientemente de la madre o de los cuidados apropiados.
Hay otros que dicen que el embrión sólo es humano cuando tiene actividad eléctrica cerebral y se apoyan en que el electroencefalograma de un embrión es plano hasta la octava semana del embarazo. Pero ¿significa eso que no es vida humana? Pues ya que se centran tanto en la biología, habría que recordarles que el desarrollo del cerebro es muy lento. Sólo es a partir de los 43 días de la fecundación cuando se empieza a detectar actividad eléctrica cerebral y ni siquiera el niño recién nacido tiene completado su sistema nervioso ni la formación neuronal; sólo hacia los seis años de edad puede considerarse acabado anatómicamente el cerebro. ¿Dónde está pues esa frontera para considerar a partir de qué momento tiene derechos como cualquier ser humano?
Se está “promocionando” y “vendiendo” el “derecho al aborto” como un método anticonceptivo. Mayor aberración no cabe. Los anticonceptivos son para evitar la fecundación y el aborto no la evita; es más, alentando el aborto se alienta dejar de usar anticonceptivos para que –cuando llegue el caso- se acuda a una clínica abortiva y los dueños de la misma se forren con todo ese chorro de nuevas clientas. Se utiliza a las mujeres como auténtica mercancía para beneficio de unos pocos.
El aborto es una decisión traumática (si se tiene un mínimo de conciencia) y de riesgo sanitario (siempre), consecuencia de un embarazo indeseado al que no tendría que haberse llegado puesto que para eso están la educación sexual y los métodos anticonceptivos.
Sólo considerado así, como una decisión de último recurso cuando todo lo anterior ha fracasado, no creo que deba penalizarse a la madre que decide acudir a ello; pero de ahí a promocionarlo animando a las mujeres a recurrir a este sistema de eliminación de vida, hay un abismo.
Es imprescindible ofrecer a las madres que piden abortar una información amplia que contemple todos los supuestos y posibilidades. Es significativo que el 90 por ciento de los abortos se justifiquen por “riesgo para la salud mental de la madre” cuando según un importante estudio del British Journal of Psychiatry, con un seguimiento de 30 años, se demuestra que no hay ninguna evidencia de que abortar reduzca los riesgos en salud mental de las mujeres con embarazos no deseados.
También debería ser obligatorio ofrecer a esas mujeres la obligatoriedad de un período de reflexión para que puedan asimilar, madurar y decidir sobre la decisión que vayan a tomar.
Y finalmente habría que ofrecer ayudas sociales en el caso de que la mujer decida continuar con el embarazo; unas ayudas sociales que hoy día brillan por su ausencia.
En último término también habría que facilitarles dar a sus hijos en adopción cuando lo deseen, ya que son miles las familias españolas dispuestas a acogerlos con cariño y dedicación, un deseo entorpecido por procedimientos legales demasiado complejos, que es preciso agilizar. Tan difícil –por no decir imposible- resulta esto hoy día, que cualquier pareja que desee adoptar pasa un calvario hasta que lo consigue (si es que lo consigue) y cuando lo logra ha sido después de un largo y costoso proceso, y generalmente con hijos procedentes de otro país.
Las medidas legislativas actuales dejan cada vez más desprotegida la vida de los inocentes y el ambiente general que se ofrece a través de numerosos medios de comunicación induce a la población a pensar que al aborto es algo que debe entrar en la normalidad. No sólo habría que cambiar la injusta legislación actual, sino impedir que vaya a peor.
Decía Julián Marías que “lo más grave que ha sucedido en el siglo XX es la aceptación social del aborto provocado”. Y ahí tenemos que hoy día, cada 4 minutos y medio, un bebé es destrozado en trituradoras y arrojado al retrete de clínicas “legales”. Sólo en el año 2007 se perdieron 112.138 vidas por abortos provocados y ahora pretenden ampliar más aún la Ley actual. Hablan de “derecho” y lo que están haciendo es aplastar el primer derecho y más fundamental de todo ser humano: el derecho a la vida.
1 comentario:
Chapó. Firmo hasta la última palabra de esta entrada. No es una cuestión ideológica, es moral.
Un saludo y enhorabuena por esta entrada.
Publicar un comentario