Mucho se ha hablado de la creación de “nuevas facultades de medicina”. La profesión médica, las sociedades científicas, el mundo académico, los propios estudiantes… todos han coincidido en que no es necesario: se forman en España suficientes médicos para cubrir las necesidades; lo que pasa es que las condiciones de trabajo que les ofrecen no son atractivas y la mayor parte opta por trabajar en los grandes hospitales de las grandes ciudades, o en la privada, o irse al extranjero o dedicarse a otra actividad. Y como consecuencia faltan médicos para la sanidad pública, que quieran trabajar con contratos basura en todos los pequeños centros de salud y hospitales repartidos por la geografía.
Visto lo cual, el Gobierno, en vez de mejorar dichas condiciones, aprueba la creación de nuevas facultades para que salgan más médicos (no se dan cuenta de que dichos médicos empezarán a “salir” dentro de una década que es lo que dura su formación, y que si el panorama que ven no es halagüeño se irán de su facultad de provincia hasta la capital, a la privada, al extranjero o a cualquier otro trabajo ajeno a la práctica clínica).
Y visto lo cual, el Gobierno aprueba también una “ley de manga ancha” para homologar títulos de países extracomuninarios (en algunos de los cuales sus niveles de formación no son equiparables al nuestro) pero que con un periodo de prácticas tuteladas “de hasta 2 meses” o de hasta “12 meses” si no andan muy sobraos de conocimientos, pasarán a poder disfrutar de los generosos contratos basura que se les ofrecen.
En definitiva, y visto lo cual, los futuros médicos pueden optar por estudiar en algún país de Latinoamérica donde resulta más corto y sencillo obtener el título para luego homologarlo y conseguir aquí su “contrato basura” o bien estudiar aquí –donde nuestro nivel de formación es de los mejores- y marcharse a ejercer a otro país o a la pública, con un salario más digno.
Artículo realizado para Medical Practice Group (MPG)
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