viernes, 11 de julio de 2008

Contra la represión lingüística... ¡imaginación!

Mientras me paseaba de vacaciones por Islandia, en donde todos hablan islandés (naturalmente), pero también todos hablan inglés (jóvenes y viejos, cultos y… cultos, porque incultos no hay) y encima disfrutan aprendiendo un tercer idioma (alemán, español, etc.), me encuentro que aquí en España se ha puesto en marcha la maquinaria necesaria para aniquilar el uso del español (al que no sé por qué extraño complejo algunos se empeñan en llamar “castellano”) en determinadas Comunidades Autónomas.

Una de las medidas propuestas es la de obligar a los comercios a que rotulen todo en la lengua vernácula, aunque parece ser que también les dejarán que rotulen en “castellano” y supongo que también les permitirán rotular en inglés en aquellos lugares donde los turistas sean sus principales clientes.

Ante esta medida propia de la más rancia y acomplejada dictadura yo propongo luchar con imaginación. Por ejemplo, si obligan a rotular en euskera, catalán, etc. y el comerciante no desea hacerlo pero tampoco desea ser sancionado por ello, la solución es simple: rotular sólo con números. ¡Se acabaron las palabras!

En realidad, con la información del precio bien visible, es suficiente para el consumidor. Ahora bien, si se quiere destacar una oferta, en vez de poner “oferta” en el idioma que sea, se puede poner un “-40%” por ejemplo, o el precio antiguo tachado y luego el nuevo rebajado, como ya se hace habitualmente. También se pueden usar símbolos, como la hucha (para el ahorro), las hojas de calendario o fechas marcadas (para señalar “últimos días”), etc. Y si se quieren “rotular” secciones, no hay por qué escribir “lácteos”; con el dibujo de una vaca lechera, un cántaro de leche, etc. es más que suficiente.

¿Os imagináis la cara de un “inspector lingüístico” cuando entre en este establecimiento y no vea ni una sola palabra en ningún idioma, sino sólo números y dibujos? Mientras tanto, cualquier posible comprador (español, turco o finlandés que pase por allí, entenderá perfectamente la información. Y esto último, es lo único que importa.

¡Viva el comercio numérico!

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