La novela "El robobo del cocódice" gira en torno al robo del famoso
“Códice Calixtino” que se conserva en el museo catedralicio de Santiago de
Compostela; pero no se refiere al robo perpetrado el 5 de julio de 2011 sino a
un robo posterior e imaginario aunque con burdas y absurdas motivaciones, tal
como sucedió con el robo auténtico.
Aquél 5 de julio de 2011, los archiveros de la catedral
de Santiago de Compostela echaron en falta la obra y denunciaron el robo a las
autoridades. El códice había sido sustraído de una cámara blindada donde se
encontraban depositadas las obras más valiosas del archivo... aunque, sin
embargo, las investigaciones revelaron que el hurto se había producido la
semana anterior y que los sistemas de seguridad eran muy deficientes. Resulta
que después de tenerlo custodiado durante 800 años sin ningún tipo de incidente
reseñable, cuando los responsables de la catedral de Santiago decidieron
extremar las medidas de seguridad y guardar en una caja fuerte blindada los
documentos, no tuvieron en cuenta aplicar esas mismas medidas de seguridad a la
custodia de las llaves que abrían la citada caja fuerte; tanto es así, que
–cuando se descubrió el robo- las llaves de la caja fuerte aparecieron...
colocadas perfectamente en su cerradura.
Todos los medios de comunicación nacionales e incluso
internacionales se hicieron eco de esta noticia y de las investigaciones
posteriores para tratar de recuperar esta joya bibliófila. Durante los meses
siguientes la policía investigó a los canónigos, historiadores, personal
administrativo, emplea-dos de mantenimiento y de limpieza, etc., asumiendo como
móvil más probable el afán de perjudicar al deán, tras haber comprobado el
enfrentamiento interno existente entre los canónigos, y descartando en
principio a una banda organizada o un robo por encargo ya que la obra
difícilmente sería vendida de forma pública.
Finalmente, el 4 de julio de 2012 fue recuperado el
códice; este había sido robado por un electricista que había trabajado en la
catedral, que también tenía en su poder otros documentos y objetos del templo,
y no lo había hecho por ánimo de lucro, sino sólo por fastidiar.
Pero ¿qué pasaría si se robase otra vez el códice? Sobre
esta premisa, Teresa Moro planteó la hipótesis de un segundo robo cuyos motivos
verdaderos serían difíciles de descubrir ya que ni siquiera el autor de dicho
robo informaría a sus cómplices de los verdaderos motivos que le impulsaban a
ello. No obstante había que hacer dicha novela lo más atractiva posible y,
tratándose de un robo bastante absurdo –tal como lo fue el robo verdadero- era
preciso dotar a la historia de las suficientes gotas de humor.
Para ello Teresa Moro retó a Vicente Fisac a escribir
esta historia bajo la técnica de “cadáver exquisito”, mediante la cual cada
autor va escribiendo un capítulo que el otro autor continúa a su manera... una
manera que, habitualmente, no es la que tenía pensada el anterior autor. De
esta forma, la historia va tomando giros inesperados, sorprendentes, a cada
momento. Si en una novela tradicional, escrita por un único autor, éste tiene
en mente –más o menos- todo lo que va a suceder, por el contrario, cuando se
escribe con la técnica de “cadáver exquisito” ninguno de los autores sabe nunca
cómo va a continuar la historia, todo lo contrario, la historia se va
construyendo día a día, capítulo a capítulo, sorprendiendo no sólo a los
lectores sino también a sus propios autores que tampoco se esperan los giros
que va tomando. Por eso se llama también a estas obras “novelas crecientes
cooperativas”, porque la cooperación de varios autores va haciendo crecer a la
novela sin que ninguno de los mismos pueda tener el control ni pueda prever lo
que sucederá a continuación.
Esta colaboración entre Teresa Moro y Vicente Fisac no ha
sido la primera, ya que hace dos años escribieron junto a otros dos autores
–Ana Moro y César Almodóvar- la novela “El dulce gorjeo del buitre en celo”,
una novela que se ha definido apropiadamente como “El humor en estado de
gracia” y que, igualmente fue escrita bajo la técnica de cadáver exquisito.
En esta ocasión, sin embargo, han sido sólo dos los
autores. La idea de partida de esta novela –como ya hemos apuntado- fue de
Teresa Moro, la cual se documentó sobradamente sobre numerosos aspectos
técnicos y logísticos de la obra. Vicente Fisac fue poniendo el contrapunto
cómico y absurdo para desesperación, primero, y similar contribución después,
de Teresa Moro.
Posiblemente la historia hubiera podido llegar más lejos,
prolongarse más con nuevas vueltas de tuerca; sin embargo la obra se dejó
anclada en el capítulo 55. Unos meses después, revisando aquél material, los
autores comprendieron que era una pena que aquello que habían realizado –y
tanto les había divertido- se perdiese en el anonimato, por lo que se retomó la
historia, se revisó, se limaron algunas incongruencias propias de la técnica
literaria con la que había sido escrita, y se le dio un final.
Esperamos que esta historia sea capaz de entretener a un
hipotético lector y de hacerle sonreír. De lo que estamos seguros es que sus
autores la van a disfrutar como el primer día cada vez que la vuelva a leer.
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