lunes, 24 de septiembre de 2018

Un viaje iniciático a Islandia


En “La luz horizontal” se narra el viaje del protagonista, con su familia, a la lejana Islandia, un país que siempre había ocupado un lugar destacado en el mundo de sus sueños y que por fin se hacía realidad. Pero además, este viaje no iba a ser como el del clásico turista (tipo rebaño) sino que iban a tener como guías especiales a una pareja islandesa e iban a poder conocer de primera mano cómo era la vida de los islandeses.

Las diferencias culturales y geográficas entre estas dos culturas, en un entorno no exento de humor, se van poniendo de manifiesto a lo largo de esta novela, haciéndonos reflexionar sobre aquello que es realmente importante en la vida.
Tras el viaje se produce la explosión del volcán Eyjafjallajokull (un paraje que habían visitado) y una crisis económica nunca vista sacude los cimientos de esta sociedad. Un anexo de artículos y comentarios sobre estos acontecimientos posteriores nos amplían la visión sobre Islandia y su poder de recuperación.

Pero todo viaje de aventura que se precie necesita de unos personajes a la altura de las circunstancias y esos personajes deben tener unos nombres de batalla que los identifiquen y distingan para la posteridad.

Nuestro protagonista, al que con frecuencia llamaban “Tin” comenzó así el viaje. Sin embargo nada más llegar, su amigo islandés, Daniel, le cambió el nombre cuando –al ver cómo sus cuatro pelos se levantaban por el constante viento- le dijo: “Tienes pelos de susto”. Aquello les hizo tanta gracia que desde entonces “Tin” se convirtió en “Pelos de susto” y así será como lo llamemos a partir de ahora. Si este nombre puede ser apropiado en cualquier lugar –porque cada vez que hace viento se le levantan los cuatro pelos- en Islandia es más apropiado que en ningún otro sitio, porque allí el viento siempre está presente.

Para su mujer se buscó un nombre que guardase también algo de relación con Islandia, un país identificado con la caza de ballenas, y precisamente el bañador que usaba ella era de color negro como las ballenas, y aunque la báscula no reflejase las toneladas de peso de cualquier cetáceo que se precie, sí que era la menos delgada de la familia. Para darle más énfasis, más rotundidad, se unió esta idea con la saga “Terminator” por lo que la mujer de “Pelos de susto” pasó a llamarse “Ballenator”.

Después llegó el turno a la hija mayor y se buscó algo que la caracterizase. Su pelo tenía una tendencia natural a rizarse y pasaba horas y horas planchándolo para alisarlo; sin embargo bastaba una sola gota de agua o humedad para que ese pelo alisado se convirtiese de repente en una melena ensortijada; con la humedad sufría una mutación instantánea como si de un Gremlin se tratara. Cuando esto sucedía, les recordaba la melena de Mufasa, el Rey León; y claro, en Islandia donde la lluvia y la humedad son constantes, el “efecto Mufasa” iba a ser determinante; por ello decidieron ponerle de nombre “Mufi”, el diminutivo de Mufasa.

Finalmente llegó el turno a la hija pequeña, a la que tampoco costó mucho trabajo dar con un nombre de guerra para la aventura. Era habitual encontrarla en el salón viendo la televisión y entre sus manos un enorme bol con cualquier cosa comestible que hiciese un sonido de “crunch” al morder. Parecía un roedor como, por ejemplo, una marmota mordisqueando (nunca se metía una pieza de snack completa en la boca, por muy pequeña que fuese esa pieza; siempre la tenía que morder y partir en trocitos más pequeños). De ahí que espontáneamente surgiese la frase: “ya está marmoteando”. Como no podía ser de otra forma, su nombre para esta aventura fue el de “Marmota”.

Con los nombres de guerra elegidos, ya sólo quedaba comenzar la aventura en ese país lejano en donde todo es diferente, hasta la luz, una luz horizontal que permanece siempre fija en el horizonte.

“La luz horizontal”
124 páginas. Tamaño 15x21 cms.


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