domingo, 16 de abril de 2017

Encerrado en el hotel

Mi adjunto en ICI-Zeltia, Javier Cebrián, estaba en una ocasión de viaje en Inglaterra en donde se habían alojado en un coqueto hotelito tradicional al más puro estilo inglés. Una vez dejadas las cosas en sus habitaciones, bajaron al hall para reunirse. Caminando por los intrincados pasillos, Javier llegó a un entresuelo desde cuya barandilla se veía el hall en donde ya estaban los demás compañeros esperando. Se saludaron y le dijeron que bajase... y eso es lo que pensaba hacer Javier, pero... ¿dónde estaba la puerta? En aquél entresuelo no se veía ninguna puerta, ninguna escalera, ningún ascensor; sólo el pasillo que conducía a su habitación.

Confundido, decidió regresar por ese mismo pasillo, que era la única salida posible, y esta vez se fue fijando bien por si había por allí alguna puerta de acceso a la escalera, pero no, no encontraba ninguna puerta. Volvió a salir al descansillo del entresuelo y a mirar atónito a sus compañeros. ¡No sabía cómo bajar!

Sus compañeros le insistieron, él volvió a recorrer una vez más el pasillo sin encontrar ninguna forma de salir de allí. Ya desesperado les gritó desde lo alto que no sabía cómo bajar. Entonces uno de sus compañeros habló con recepción para explicarle el problema... y por fin le transmitieron la solución: la puerta de la escalera de bajada estaba justo detrás de él, pero estaba empapelada con el mismo papel de flores que el resto del pasillo y eso le había hecho de perfecto camuflaje. Y entonces sí que se fijó en la pared, que antes le parecía toda igual, y distinguió un pestillo en la misma, el que le daba acceso a su libertad.

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