Estamos hartos de oír aquello de que “todo el mundo es
inocente hasta que se demuestre lo contrario” y sin embargo vemos cómo tan
pronto se destapa un escándalo o un crimen, los acusados son absueltos o
condenados por la opinión pública antes de celebrarse el juicio. Da igual que
haya muchas pruebas o pocos, que los hayan pillado con las manos en la masa o
tan sólo se trate de “indicios”; el caso es que tan pronto salta la noticia a
los medios de comunicación, crecen como hongos los artículos, opiniones, declaraciones,
tertulias, etc. en donde la opinión pública dicta su veredicto, sin esperar a
lo que dictaminen los jueces. ¿Es esto justo? ¿Y si el “condenado” por la opinión
pública resulta que luego era inocente?
La causa de todo esto es bien sencilla y muestra lo injusta
que es la Justicia, porque cuando la Justicia es lenta, esa es –con frecuencia-
la mayor de las injusticias.
Si hoy salta la noticia de un crimen (con sospechoso de
asesinato incluido) o de un escándalo político (con diputado/a imputado/a), la
gente quiere saber y no puede evitar frenar su propia opinión en espera de que
dentro de cuatro o más años se dicte sentencia.
Si los juicios no se demorasen tantísimo (hablamos de años,
no de semanas ni de meses) como sucede en la actualidad, la gente no tendría
tanta tendencia a dictar su propia sentencia. Porque además, y esa es otra, con
demasiada frecuencia vemos cómo cuando al cabo de varios años se dicta la
sentencia y esta es inculpatoria, al final se dice... pero como el delito ya ha
prescrito, no ha lugar a ningún tipo de castigo.