Hoy he oído una de las noticias más sorprendentes: el Parlamento Europeo quiere reducir la velocidad en el centro de las ciudades a 30 kms./h. Esto significará una enorme congestión de tráfico, más gasto de gasolina e incluso, aunque las calles estén despejadas, una imposibilidad real de conducir porque a 30 kms/h los coches se calan. ¡Con esos límites será más rápido ir andando!
Con todo, lo peor no es eso, sino que quienes quieren tomar esa decisión no saben lo que es ir a 30 km/h porque ellos siempre van en coche oficial, con escoltas que les abren el paso y, por supuesto, a una velocidad muy superior.
He oído que en Zaragoza ya han puesto este límite de velocidad. No he estado allí y no puedo opinar, pero sí que circulo a menudo por un tramo de la M-30 en donde han cambiado la señal de 50 km/h por otra de 30 km/h. Para no sobrepasar ese límite tengo que circular a una velocidad que oscila entre 26 y 29 kms/h (ya que si superas en 1 km/h la velocidad te pueden poner multa –que es en realidad lo que quieren, pero yo no me dejo-) y la consecuencia es que los coches que se ponen detrás de mí durante ese tramo me llaman de todo menos bonito.
Pero este es el mundo que tenemos: políticos que viven a ajenos a lo que es el mundo real y que sólo piensan en aumentar la recaudación para poder subirse el sueldo (mientras se lo bajan a los demás), mantenerse en sus puestos de trabajo (mientras facilitan el despido de los demás), pegarse la vida padre a base de dietas, gastos de representación, etc. (mientras piden austeridad a los demás)...
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