¿Alguna vez te has preguntado cómo se dice tu nombre en otros idiomas?
Ahora es muy fácil, sólo tienes que preguntárselo a la Inteligencia Artificial
(Grok en X ó ChatGPT en Google) y te lo responderán en segundos.
Como ejemplo, aquí tenéis cómo se dice mi nombre en algunos idiomas…
Español y Portugués: Vicente
Catalán: Vicent
Italiano: Vicenzo
Alemán: Vinzent o Vincent
Islandés: Vinsent
Inglés, Noruego, Sueco y Francés: Vincent
Escena V
(El escenario se ilumina de nuevo, retomando la escena
anterior. Antes de que Pedro hable, Miguel entra apresuradamente.)
MIGUEL: ¡Escuchad un momento!
(Se hace el silencio. Todos lo miran expectantes mientras
se calma.)
MIGUEL: Acaban de decir en la televisión que habrá un
leve temblor de tierra en minutos. No os alarméis.
CRISTINA: ¿Cómo es eso?
MIGUEL: Una cadena de meteoritos atravesará el sistema
solar. Algunos impactarán aquí, pero la mayoría pasará y golpeará un planeta
lejano, como un satélite de Júpiter o Saturno. Ya empezaron a impactar allí.
Todos los telescopios están enfocados.
(Un alivio recorre al grupo, excepto a Pedro.)
RAFAEL: Menos mal. Por un momento nos asustamos. ¿Seguro
que no hay peligro?
PEDRO: ¿En qué planeta impactarán?
MIGUEL: No lo especificaron. Creo que satélites de Júpiter
o Saturno. Están lejos, solo sentiremos un temblor leve.
PEDRO (con una sonrisa irónica): La distancia... ¿qué
sabéis vosotros?
RAFAEL: ¿Tienes miedo?
PEDRO: Un poco.
RAFAEL: No moriremos todos.
PEDRO: No todos, pero alguien podría.
MIGUEL: ¿Quién?
PEDRO: Vuestro hijo.
(Entra Aurora, captando las últimas palabras.)
AURORA: ¿Qué estás diciendo?
(Un silencio sepulcral envuelve la habitación.)
PEDRO: Vuestro hijo y yo. Porque yo no soy vuestro hijo.
AURORA: ¡Basta de tonterías, Pedro!
MIGUEL: Déjalo, Aurora. (A Pedro.) ¿Qué significa eso?
PEDRO: Si me escucháis, os lo explicaré.
AURORA: ¡Aquí no hay nada que explicar! ¡Deja de jugar!
PEDRO (a Aurora): ¡No has oído nada aún! ¡Dentro de
minutos se sabrá la verdad! ¡Dame estos últimos instantes!
AURORA (asustada): Está bien. Habla.
PEDRO: Tal vez me quede poco tiempo. Veremos la Tierra
desde arriba: países, idiomas, guerras, odios, desigualdades. Todos buscan su
bien, pisoteando a otros, sembrando destrucción. La raíz está en la familia.
Los padres se casan sin conocerse, sin comprensión. Al principio hay felicidad
física, pero luego viene la psicológica, que ignoran. Tienen hijos mal
educados, y el ciclo continúa con rencor y odio.
MIGUEL: ¿Nos criticas por cómo te criamos?
PEDRO: No, hablo en general. La familia es la fuente de
vuestros males. Nuestros científicos lo vieron y decidieron cambiar un alma. Yo
no soy vuestro hijo. Este es su cuerpo, pero mi alma viene de lejos, cumpliendo
una misión.
AURORA: ¿Por qué asustarnos con esas locuras?
PEDRO: No es mi intención. Si esos meteoritos golpean mi
hogar —un satélite de Júpiter— mi fin está cerca. Este cuerpo y mi alma podrían
desaparecer. Miguel, Aurora, sé que cuesta creerlo. Cristina, tú tal vez lo
entiendas ahora... Siento que mi tiempo se acaba. No me pesa esta muerte
temporal; es la voluntad de Dios. Quería traer felicidad a mi familia, extender
el ejemplo. Pero Dios no quiso un profeta póstumo. Dejemos que las causas
principales actúen. No veréis mi misión cumplida, pero no perdisteis a vuestro
hijo; sirvió una causa noble. Amigos, el futuro está en vuestras familias.
Aurora, no llores. No soy héroe ni mártir, solo acepto el designio divino.
Vosotros no fuisteis malos, solo desconocisteis vuestro propósito. (Se toca la
herida de nuevo, con un gesto de dolor.) Se acaba. No os entristezcáis; mi alma
se alegra de haber intentado algo. Seguid mis palabras, dejad el egoísmo, y
encontraréis paz. Cristina, no me falles. Más allá os recordaré como algo
bello...
(Un fuerte temblor sacude la habitación. Pedro cae muerto
al suelo. Cristina se levanta lentamente, arrodillándose para abrazarlo, con
lágrimas que se mezclan con una leve sonrisa. Aurora se acerca temblorosa,
seguida por Miguel. Los demás forman un círculo alrededor de Pedro mientras el
temblor cesa. Aurora se vuelve hacia Miguel, apoyándose en su hombro. Él la
abraza. Las luces se desvanecen. Cae el telón.)
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Tu último viaje”: https://amzn.eu/d/1zzOpM6
(El escenario se ilumina de nuevo, la fiesta
animada. Rafael habla con Pedro.)
RAFAEL: No sabía qué decir, la verdad.
PEDRO: No te preocupes, Rafael.
JOAQUÍN: Y les gustó la noticia.
PEDRO: Sí, parece. Pero a mi madre no le hizo gracia.
CRISTINA: A tu padre sí le alegró.
RAFAEL: No hay problema. Cuando vea que a él le gusta,
ella cederá.
PEDRO: No lo conoces. Se nota que algo pasa.
RAFAEL: ¿El qué?
PEDRO: Que mis padres se van a separar.
TODOS: ¿Cómo?
LUISA: Pero si parecían llevarse bien...
PEDRO: Eran apariencias.
RAFAEL: ¡Claro! Por eso estabas raro...
JOAQUÍN: Si necesitas ayuda, aquí estamos.
CRISTINA: Gracias, Joaquín, pero es algo personal de
Pedro.
PEDRO: Todo era fachada. Dentro había podredumbre.
CRISTINA: Eso es injusto. Me hablaste de una sociedad
perfecta, de algo que podríamos hacer juntos, y ahora criticas a tus padres...
PEDRO: No son críticas. Estoy desconcertado. Mi padre se
va mañana.
CRISTINA: ¿No podemos hacer nada?
RAFAEL: Todos estamos dispuestos a ayudar.
PEDRO: Gracias, necesitaré ayuda. Pero lo de mis padres
lo arreglo yo esta noche; después será tarde.
CRISTINA: Tus problemas son los míos. Si no arreglamos lo
cercano, ¿cómo cambiaremos la sociedad?
PEDRO: Tienes razón. Siento que esta noche lo resolveré.
LUISA: ¿Qué piensas hacer?
PEDRO: Les recordaré la felicidad que tuvieron, que los
buenos momentos superan las disputas.
LUISA: Eso podría abrirles los ojos.
PEDRO: Si no, les diré que juntos tendrán mi amor, pero
separados, no.
CRISTINA: A pesar de todo, los quieres, ¿no?
PEDRO: Sí, pero su separación sería un granito de arena
para la destrucción del mundo. No podría querer a quienes traen infelicidad.
CRISTINA: Los querrás siempre, buenos o malos.
PEDRO: Los quiero porque me lo dieron todo, a su manera.
Pero el egoísmo y el rencor se extienden, afectan a todos. ¿De qué sirve traer
vida a un mundo en descomposición? No querré a quien amenace el futuro.
CRISTINA: Lo dices por el dolor.
PEDRO: Solo quiero que entendáis mis sentimientos. Me he
convertido en un precursor de la paz, pero a veces dudo... el camino es duro.
JOAQUÍN: No te entiendo del todo. Puedes dejar que fluya
o actuar, pero no juzgues, ni siquiera a tus padres.
PEDRO: No me justificaré. Esto lo pensé mucho; hay más
allá del blanco, negro o gris.
JOAQUÍN: Nos desviamos. Centrémonos.
RAFAEL: Parece que te cayó un baño de responsabilidad de
golpe.
PEDRO: No creo que sea eso.
CRISTINA: Ayuda a los cercanos, no abarques todo.
PEDRO: Ahí está el secreto: la humanidad. Si todos
pensáramos en ella, sin egoísmo, no habría desigualdades.
CRISTINA: Eso no lo sabemos.
PEDRO: Es difícil romper moldes, pero hay que hacerlo.
CRISTINA: Estás tan seguro... sientes un amor repentino
por la humanidad. La verdad duele, y por eso la negamos.
JOAQUÍN: Romper tradiciones es duro, pero algún día
llegará.
BEGOÑA: Te apoyamos en lo que quieras.
TODOS: ¡Sí, estamos contigo!
RAFAEL: Dejemos la filosofía. Busquemos una solución para
tus padres.
PEDRO: Gracias. Espero que me ayudéis a salvar el mundo.
BEGOÑA: ¿El mundo? ¿No eran tus padres?
MIGUEL ÁNGEL: Habla figuradamente, Begoña.
PEDRO: No. Primero mis padres, luego la humanidad.
RAFAEL: A ver, aclárate... (Pedro se toca de nuevo la
herida, preocupado.) ¿Qué te pasa?
PEDRO: Os lo explicaré. Al principio no me creeréis, pero
dejadme terminar.
RAFAEL: De acuerdo. (Los demás asienten.)
PEDRO: Yo no soy Pedro.
TODOS: ¿¡Cómo!?
(La iluminación se atenúa hasta quedar todo en silencio y
oscuridad.)
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Tu último viaje”: https://amzn.eu/d/1zzOpM6
Escena III
(El escenario se ilumina de nuevo. Pedro y Cristina
entran, serios pero transformados, con una resolución tranquila en sus ojos.)
BEGOÑA: ¡Mirad quiénes vienen!
ISABEL: ¡Brindemos por ellos!
(Todos levantan sus vasos, brindando con risas y
aplausos. Pedro y Cristina parecen desconcertados.)
RAFAEL: ¡Vivan los novios! ¡Que se besen!
TODOS: ¡Vivan!
(Se acercan con palmadas y felicitaciones.)
RAFAEL: ¿Cuándo lo diréis en casa?
MIGUEL ÁNGEL: Hoy es el día perfecto, ¿no?
LUISA: Basta, dejadles decidir.
PEDRO (dudando): ...No sé... ya veremos...
MIGUEL ÁNGEL: Vamos, más música, que la fiesta no decaiga.
TODOS: ¡Eso! ¡Eso!
(Se dirigen a la mesa de la música. Pedro y Cristina se
quedan apartados, mirándose de vez en cuando.)
RAFAEL (mostrando un CD): Este rock es bueno.
LUISA: Pon uno más romántico. (Lo ponen y empieza a sonar
la música.)**
ISABEL: Venga, pareja, a bailar.
CRISTINA: No creo que sea el momento.
ISABEL: ¡Claro que sí! ¡Es un día especial!
PEDRO (a Cristina): ¿Por qué no?
CRISTINA: Como quieras.
(Se colocan en el centro y bailan, los demás animándolos.
Tras quince segundos, Pedro se detiene, tocándose la herida en la frente. Se
hace un silencio, la música se suaviza.)
RAFAEL: ¿Qué te pasa? ¿No te encuentras bien?
PEDRO (sonriendo débilmente): No es nada, un mareo. Ya
pasó.
(Entran Miguel y Aurora.)
AURORA: Seguid bailando, solo vengo por un libro. (Toma
un libro de la mesa de la música.) ¿Lo estáis pasando bien?
TODOS: Sí, muy bien.
AURORA: ¿Faltó algo?
LUISA: No, todo perfecto.
MIGUEL (a Rafael): ¿Y este? (Señala a Pedro.) ¿Cómo está?
RAFAEL: Muy bien... acompañado.
MIGUEL: Sí, pero ¿no lo notasteis raro?
AURORA: Es verdad, desde la excursión está extraño. ¿No
le pasó nada? No nos cuenta nada...
RAFAEL: Nosotros tampoco sabemos...
PEDRO: No te preocupes, Rafael, os lo diremos...
MIGUEL (complacido): ¿Tanto misterio para qué?
PEDRO: Veréis... Cristina y yo... nos queremos. ¿Verdad?
(Cristina asiente con la mirada.)**
MIGUEL: ¡Vaya, qué discretos!
AURORA (a Cristina, forzando una sonrisa): Mira que
enamorarte de este veleta...
MIGUEL: Bueno, os dejo, voy a ver la tele.
TODOS: Hasta luego.
(Miguel y Aurora salen. Las luces y el sonido se
desvanecen.)
Acto III. Escena II
(El escenario se ilumina de nuevo, la fiesta retoma su
animación. Las luces y el sonido se atenúan, enfocándose en Rafael y Luisa en
primer plano.)
RAFAEL: Oye, Luisa, ¿no te parece raro cómo están Pedro y
Cristina esta tarde? Estuvieron todo el tiempo hablando tan serios.
LUISA (bromeando): Venga, Rafael, ¿no lo sabes?
RAFAEL: No, la verdad.
LUISA: ¿No los notaste románticos?
RAFAEL (dándose cuenta): Ahora que lo dices... sí. No
sabía que iba en serio.
LUISA: Claro, los hombres nunca os enteráis de nada.
(Las demás parejas —Miguel Ángel, Begoña, Joaquín e
Isabel— se acercan. La música se convierte en un murmullo de fondo.)
MIGUEL ÁNGEL: A ver, Luisa, ¿qué es lo que no sabemos?
JOAQUÍN: Eso.
LUISA: Nada, solo hablábamos de Pedro y Cristina.
MIGUEL ÁNGEL: ¿Qué les pasa?
BEGOÑA (poniéndose del lado de Luisa): ¡Qué tontos sois,
chicos!
JOAQUÍN: ¿Y vosotras tan suspicaces? ¿A qué viene esto?
ISABEL: Creo que empezó esta tarde en el sofá.
RAFAEL: ¿Se declararon amor eterno o qué?
LUISA, BEGOÑA, ISABEL (aplaudiendo): ¡Bieeen! ¿Por fin os
dais cuenta?
MIGUEL ÁNGEL: ¿Y tanto misterio por eso?
BEGOÑA: Miguel Ángel, tu imaginación es de lo más
exagerada.
RAFAEL: Joaquín, no hay quien las entienda.
(Joaquín asiente con una sonrisa. Los hombres se dirigen
a la mesa de bebidas, mientras las mujeres se agrupan cerca del sofá.)
LUISA: Hay que ver la suerte de algunas, ¿verdad, Begoña?
BEGOÑA: ¿Suerte? ¿Por qué?
LUISA: Porque lo “pescó.”
ISABEL: Sí, pero lleva meses tras él. Es el premio a su
esfuerzo. La pobre ya se estaba acomplejando.
LUISA: Y encima tiene un chico que puede dominar a su
antojo.
BEGOÑA: Yo prefiero que me dominen.
ISABEL: ¡Por favor, Luisa! Aún no nace el hombre que
pueda.
BEGOÑA: ¡Chisst! (Se ríen.)
LUISA: ¡Y tiene dinero! Rafael me dijo que su padre le
comprará un coche cuando saque el carné.
ISABEL: Me alegro por Cristina, se lo ha ganado.
BEGOÑA: ¿No tendrás envidia, Isabel?
ISABEL (sonriendo): ¡Bah!
LUISA: ¡Rafael, tráeme una copa!
(Rafael regresa con una bebida y se coloca a su lado.
Miguel Ángel y Joaquín hacen lo mismo.)
MIGUEL ÁNGEL: ¿De qué hablabais?
BEGOÑA: Mira quién aparece, siempre con retraso, Miguel
Ángel.
MIGUEL ÁNGEL: Ni con cuba-libre me aclaro.
JOAQUÍN: No le hagas caso, estaban en sus “cosas” de
siempre.
(Los hombres intercambian sonrisas maliciosas.)
RAFAEL (burlándose): Ya era hora de que Pedro se
comprometiera, ¿verdad, chicas?
JOAQUÍN (siguiendo el juego): Y Cristina eligió bien,
Pedro está para comérselo.
ISABEL: Qué graciosos sois.
RAFAEL: Si no nos decís de qué hablabais, nos lo inventaremos.
No creo que vayamos muy desencaminados, ¿no?
LUISA: Está bien, pesados, hablábamos de Pedro y
Cristina.
BEGOÑA: Rafael, ¿es verdad lo del coche?
RAFAEL: Sí, su padre me lo confirmó. Será un buen coche,
nada de utilitarios ni de segunda mano.
JOAQUÍN: Vaya, yo con mi mísero Ford Fiesta.
MIGUEL ÁNGEL: Yo ni bici tengo.
RAFAEL: Pero no digáis nada, es sorpresa.
(Las luces se atenúan y el sonido disminuye.)
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Tu último viaje”: https://amzn.eu/d/1zzOpM6
Acto III
Al levantarse el telón, el salón-comedor se transforma en
un espacio festivo. La habitación está adornada con guirnaldas coloridas y una
iluminación suave, un contraste marcado con la tensión de los actos anteriores.
Un sofá enfrenta al público, flanqueado por sillas dispersas. Junto a una
pared, una mesa rebosa con bebidas y aperitivos: platos de tapas, botellas de
vino y un cuenco de ponche. Cinco parejas llenan el espacio: Pedro y Cristina
están sentados en el sofá, sumidos en sus pensamientos, mientras las demás
—Rafael y Luisa, Miguel Ángel y Begoña, Joaquín e Isabel— bailan, charlan y
beben en el fondo. El aire vibra con risas y música, pero la cabeza gacha de
Pedro y su ceño fruncido sugieren una tormenta interior.
Escena I
(Las luces se atenúan gradualmente, silenciando la música
y las voces, dejando solo un foco sobre Pedro y Cristina en el sofá.)
CRISTINA (con suavidad, preocupada): ¿Qué te pasa? Nunca
te había visto tan decaído.
PEDRO (tras una pausa, voz baja): Tal vez sea porque he
cambiado. Ya no soy el mismo de antes. Mira, Cristina, no puedo ignorar los
problemas que me rodean. Quiero solucionarlos.
CRISTINA (escéptica): Tonterías. Todos vemos los males de
la sociedad alguna vez, pero al final nos damos cuenta de que es imposible
cambiarlos. Lo dejamos y el mundo sigue girando.
PEDRO: Les falta confianza en sí mismos.
CRISTINA: No, es confianza en los demás. Los mayores
cierran las puertas a los jóvenes que buscan cambio. Al final, se rinden y viven
a su aire. ¿Qué más pueden hacer? Se resignan, y cuando sean mayores, actuarán
igual que critican ahora. ¿Lo entiendes?
PEDRO: Sí, pero no del todo. Creo que no conocen el
método.
CRISTINA (confundida): ¿Y tú sí?
PEDRO: Si el mal tiene una raíz, ¿no deberíamos atacarla
ahí?
CRISTINA: ¿Por dónde?
PEDRO: En la raíz de la sociedad: la familia. Ahí debe
empezar la lucha.
CRISTINA (alarmada): ¿Luchar? ¿Contra quién? ¿Para qué?
PEDRO: Contra las mentes cerradas que nos rodean, para
traer paz. ¿No lo ves? Esto es más grave de lo que imaginas. Si la sociedad
sigue así, un día se destruirán mutuamente. Quieren llegar a otros planetas,
pero ¿para qué? Solo llevarán su maldad y destrucción. No podemos permitirlo.
CRISTINA (desanimada): ¿Quieres arreglar la sociedad?
Pedro, eso es imposible. Una persona sola no puede hacer nada.
PEDRO (tras una pausa, reflexivo): Solo... sí, tienes
razón, estoy solo.
CRISTINA (suavizando el tono): Para esa misión imposible,
sí. Pero fuera de eso, siempre tendrás a alguien que te quiera, que te ayude...
PEDRO: Ni siquiera puedo tomar a mi familia como modelo.
CRISTINA: ¿Por qué?
PEDRO: Se van a separar. Mañana mi padre se irá de casa.
CRISTINA (sorprendida): ¡No puede ser!
PEDRO: Desgraciadamente, sí. Por eso estoy tan
desanimado. No puedo contar con los dos que más necesito.
CRISTINA: ¿No hay forma de evitarlo?
PEDRO (pensativo): No sé... estoy pensando. No logro
adaptarme a esto. (Pausa.) Mira, las guerras persisten porque la sociedad está
mal construida. Si el hombre llega a otros planetas, las guerras lo seguirán.
Un día, esas luchas se intensificarán y destruirán todo... no solo este pequeño
planeta, sino los lugares que contaminemos con nuestro ejemplo.
CRISTINA: Si eso pasa, será dentro de muchos años. Ni
nosotros ni nuestros hijos lo veremos.
PEDRO: Sí, pero imagina que hay vida en otros planetas,
más inteligente que nosotros. ¿No crees que, al ver nuestro estado, querrían
eliminarnos para detener el mal?
CRISTINA: Eso es mucho suponer. ¿Cómo lo harían?
PEDRO: Podrían destruir a las personas sin dañar el
planeta. Si son más avanzados, habrán encontrado un modo... como esas “bombas
inteligentes” que matan sin destruir edificios.
CRISTINA (sincera): Sea utopía o no, quiero que sepas que
estaré a tu lado, dispuesta a ayudarte.
(Una pausa. Se miran fijamente, un entendimiento
silencioso pasa entre ellos.)
PEDRO: ¿Me quieres?
CRISTINA (esbozando una leve sonrisa): ¿Y tú?
PEDRO (tras una larga pausa, introspectivo): ¿Querrías
ayudarme?
CRISTINA (entusiasmada): ¡Síiii! (Pedro hace una mueca,
tocándose la pequeña herida en la frente.) ¿Qué te pasó?
PEDRO (quitándole importancia): Oh, nada. Fue ayer, al
volver de la excursión. Ven, quiero explicarte más.
(La toma de la mano y salen. Las luces del escenario se
apagan lentamente.)
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Tu último viaje”: https://amzn.eu/d/1zzOpM6
Escena II
AURORA: Ya estoy aquí. Te escucho.
MIGUEL: Es necesario hablar con sinceridad, Aurora.
AURORA: ¿De qué?
MIGUEL: De Pedro... y de nosotros. Creo que es
importante.
AURORA: Está bien, no perdamos tiempo. Cuanto antes
empecemos, antes terminamos.
(Pausa. Miguel frunce el ceño, pero se contiene.)
MIGUEL: ¿No has notado algo raro en Pedro esta noche?
AURORA: Sí, se comportó de forma extraña.
MIGUEL: ¿Sabes por qué?
AURORA: No sabría decirte.
MIGUEL: Es simple: se debe a que ya es un hombre y siente
que nuestras peleas son por él. Quiere arreglarlo, pero no sabe cómo.
AURORA: Tonterías. Pedro sigue siendo un niño.
MIGUEL: Desengáñate. Se ha hecho hombre sin que lo
viéramos. Tú no quieres aceptarlo porque temes perderlo, por eso lo ves como un
niño. ¿Crees que un niño actuaría como él esta noche?
AURORA: Su comportamiento fue raro, pero por otras
razones.
MIGUEL: Puede que haya más causas, pero lo esencial es
que Pedro ha madurado de golpe. Dice que lo ocultaba, pero estas cosas no se
esconden eternamente.
AURORA: Dejemos eso por ahora. Hablemos de la separación.
¿A dónde irás?
MIGUEL: No lo sé aún. Probablemente a un apartotel hasta
aclararme. Quiero una separación legal.
AURORA: ¿Cuándo te irás?
MIGUEL: Pensaba irme mañana, pero por Pedro y esa fiesta
del domingo, esperaré hasta el lunes.
AURORA: De acuerdo, intentemos no empeorar las cosas.
MIGUEL: Pero... ¿sabes por qué me voy?
AURORA: No estoy segura. Supongo que te cansaste de mí.
MIGUEL: No. Me voy porque no soporto que pongas a Pedro
en mi contra, que creas que es solo tuyo y que yo no tenga derecho a criarlo.
AURORA: Las madres pasamos más tiempo con los hijos,
somos quienes los educamos. ¿Cuándo has estado tú aquí para prepararle la
comida o la ropa?
MIGUEL: ¿Llamas educación a eso?
AURORA: No, solo demuestro que estoy más presente.
MIGUEL: ¿Y cuántas veces me has consultado sobre Pedro?
Nunca. Lo decides todo sola, como si no fuera su padre. Tengo derecho a opinar,
a ser parte. También necesito comprensión, cariño. Siempre te necesité, pero
nunca me ayudaste; al contrario, me apartaste de él. Por eso me voy, y
legalmente, para llevármelo. Lo has tenido bastante tiempo; ahora me toca a mí.
AURORA (bajando la mirada): Lo siento, Miguel. No sabía
que te sentías así.
MIGUEL: Es tarde para disculpas. Tu egoísmo nos separó
antes; ahora el mío lo sella.
AURORA: Si crees que voy a llorar, te equivocas. Vete,
llévate a Pedro. Yo tengo mi orgullo.
MIGUEL: Ese orgullo nos ha hecho, nos hace y nos hará
infelices.
AURORA: A ti, no a mí. Me hace feliz.
(Pausa tensa.)
MIGUEL: ¿Sabes qué le pasaba a Pedro esta noche? Quería
que no nos separáramos. No tiene orgullo; a pesar de nuestro daño, nos quiere a
los dos por igual. Es lo único bueno de nuestra unión, y ahora lo destruiremos.
AURORA: Si alguien arruinó esto, fuiste tú, con tu
soberbia, tu egoísmo...
MIGUEL: Vale, no soy perfecto, pero intenté hacerlo bien.
Si fallé, fue porque tú, mi esposa, no me apoyaste.
AURORA: ¿Cuándo me pediste ayuda?
MIGUEL: Debiste saberlo. El noviazgo sirve para
conocerse.
AURORA: ¿Hubo espiritualidad en nuestro noviazgo? Ahí
empezó el fracaso, al reducir el amor a lo material, a lo superficial. Te
callas, ¿verdad?
MIGUEL: Sí. Pero ¿de quién es la culpa?
AURORA: Tuya, indudablemente.
MIGUEL: ¿Ves qué detestable eres? ¿Por qué no de los dos?
AURORA: Porque siempre me perjudicaste.
MIGUEL: Échame la culpa, entonces. He tenido paciencia,
he soportado mucho sin reprocharte nada. Si no te dije que, a pesar de todo, te
quiero, fue por mi orgullo.
AURORA: Ese orgullo tuyo. Es lo único que te queda, y con
eso te irás a la tumba. Me arrepiento de conocerte, de casarme contigo.
MIGUEL: No puedo decir lo mismo, porque sería mentira.
AURORA: Miente, no sería la primera vez.
MIGUEL: No te preocupes, el lunes no me verás más. Serás
libre. Solo pido a Dios que seas feliz. No te sorprendas; Pedro, rezando esta
noche, me hizo ver que sin Dios no somos nada. No soy tan soberbio como crees
al aprender de mi hijo.
AURORA (sorprendida): Lo reconozco, tu humildad me
asombra. ¿Quién iba a esperar que mencionaras a Dios?
MIGUEL: Fue por ti que dejé la religión. ¿No lo
recuerdas? Y ahora me humillas por nombrarlo.
AURORA: ¿No decías que no me echabas nada en cara? No se
nota.
MIGUEL: Lo siento, no era mi intención ofender, solo
expresar lo que siento.
AURORA: Una ofensa más no cambia nada a estas alturas.
MIGUEL: No seas cínica.
AURORA: ¿Además de ofenderme, me insultas?
MIGUEL: Dejémoslo. Me iré el lunes y procuraré pasar
desapercibido hasta entonces.
AURORA: Eso espero. No soportaría más esta situación sin
morir de asco.
MIGUEL: Por eso me voy, para no cargar con culpas.
AURORA: ¿“Culpas” en plural? ¿Has matado a alguien o yo
valgo por dos?
MIGUEL (sonriendo débilmente): Me alegra que conserves el
humor.
AURORA: Nunca me ha faltado, ni siquiera contigo. No
mereces que nadie sufra por ti; irte es lo mejor.
MIGUEL: ¿Tan bajo me ves?
AURORA: No, muy alto.
MIGUEL (irónico): Gracias, siempre fuiste buena conmigo.
AURORA (irónica): De nada.
(Ambos se levantan y salen por lados opuestos. El
escenario queda en silencio, y las luces se apagan lentamente.)
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Tu último viaje”: https://amzn.eu/d/1zzOpM6
Acto II
Al levantarse el telón, se revela el mismo salón-comedor,
ahora envuelto en una penumbra melancólica. La mesa de la cena ha sido
recogida, dejando solo un mantel descolorido y un par de sillas desordenadas. A
la derecha, Miguel está hundido en el sillón de terciopelo, un libro abierto
sobre su regazo pero sin leerlo, perdido en sus pensamientos. La lámpara emite
una luz tenue que proyecta sombras largas sobre la librería polvorienta al
fondo. El aire parece cargado de una quietud inquietante.
Escena I
MIGUEL (hablando para sí mismo, con voz baja y
reflexiva): Es extraño lo que pasa en esta casa. Somos un matrimonio joven, con
un hijo que es una joya, y sin embargo nos peleamos por su cariño como si fuera
un trofeo. La culpa es de Aurora... insiste en mantenerlo pegado a sus faldas,
en contra de mí. ¿Cómo no ve que Pedro ya es un hombre? Si consigo la
separación, tal vez pueda llevármelo conmigo. (Se palpa el bolsillo de la
chaqueta, buscando tabaco, y frunce el ceño al no encontrarlo.) Vaya, me he
quedado sin cigarrillos. Iré a mi cuarto por otro paquete.
(Sale Miguel. El escenario queda vacío por un instante.
Entra Aurora, con pasos cansados, mirando a su alrededor.)
AURORA (hablando para sí misma, con un suspiro): ¿A dónde
habrá ido Miguel? En fin, me sentaré a descansar un poco. (Se hunde en un
sillón frente al de Miguel, sumida en sus pensamientos.) ¿Qué querrá hablar
conmigo? Seguro que es por Pedro. Esta noche se comportó de forma tan
extraña... no parecía él. ¿Será que ya es un hombre y yo no lo había notado?
Estaba distante, pero no con esa indiferencia de siempre cuando nos veía
discutir. Lo que dijo sobre el matrimonio... tan raro, tan hermoso... ¡Qué
lástima que Miguel sea tan egoísta, queriendo acaparar a nuestro hijo! No hay
manera de hacerle entender que mi opinión cuenta. Si tan solo nuestro noviazgo
hubiera tenido más sinceridad y menos materialismo... Creíamos que el dinero
nos daría felicidad, pero qué equivocados estábamos. (Mira el reloj con
impaciencia.) Miguel no aparece... iré por el cesto de costura para distraerme.
(Sale Aurora. Tras un breve silencio, regresa Miguel con
un paquete de tabaco. Se sienta, enciende un cigarrillo y exhala el humo
lentamente, pensativo.)
MIGUEL (hablando para sí mismo, con amargura): Aurora
sigue en la cocina, ordenando como siempre. (Pausa.) Parece mentira... todas
las mujeres son iguales, siempre queriendo dominarnos. Se hacen pasar por
corderitos al principio, pero luego usan sus armas para controlarnos. Recuerdo
a Aurora cuando éramos novios, tan dócil, diciéndome que solo yo podía
dominarla. ¡Qué ironía! He perdido mi toque de domador, porque ahora ella
manda. ¡Qué vida tan miserable! Si pudiera volver a vivirla... creo que me
enamoraría de nuevo de ella. La sigo queriendo con toda mi alma, pero se empeña
en alejarme de Pedro, en robarme su afecto. No lo permitirá; me lo llevaré
conmigo. (Pausa.) Tal vez otro hijo hubiera evitado esto, pero ya es tarde.
Tendremos que seguir caminos separados, olvidando los momentos felices... no
todo fue malo, hubo amor en su día. (Su voz se quiebra.) Cuando nació Pedro,
estaba tan nervioso... y qué alegría cuando la enfermera me dijo que era un
niño. Vi a Aurora en la cama, con él en brazos... fue el momento más feliz de mi
vida. Luego el doctor nos advirtió que no debíamos tener más hijos; fue un
golpe duro. Pero Pedro llenó ese vacío con sus risas, su sencillez... Nunca fue
un gran estudiante, pero siempre fue bueno, leal, sin egoísmo. Es un milagro
que haya salido tan bien con padres como nosotros, tan egoístas, tan llenos de
defectos. Daría todo por volver a esos días... lo daría todo, porque con la
separación lo perderé todo. (Pausa. Entra Aurora y se sienta frente a él.)
Bien, Aurora, es hora de hablar. Tratemos de resolver esto como adultos, si no
por nosotros, al menos por Pedro.
(El escenario se oscurece brevemente y se ilumina de
nuevo, enfocando a Aurora y Miguel frente a frente.)
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Tu último viaje”: https://amzn.eu/d/1zzOpM6
AURORA: Vamos a cenar.
(Miguel deja el libro en la mesita y se sienta. Aurora
sirve la sopa. Pedro se santigua y murmura una oración en voz baja. Sus padres
lo miran, desconcertados. Tras un instante de confusión, Miguel prueba la
sopa.)
MIGUEL: ¡Esta sopa está asquerosa!
AURORA: ¿Qué le pasa a mi sopa?
MIGUEL: ¡Es una porquería! Me voy a cenar fuera, ¡estoy
harto de tus guisos! (Se levanta abruptamente.)
AURORA: Por si no lo sabes, esta receta me la enseñó tu
madre.
MIGUEL: ¡Deja a mi madre en paz!
AURORA: ¡Eres tú quien me hace mencionarla!
PEDRO (golpeando la mesa): ¡Basta ya! ¿Queréis explicarme
qué pasa en esta casa?
AURORA: Eso no te concierne.
PEDRO: ¡Me importa tanto como a vosotros! Soy vuestro
hijo, y mi felicidad depende de la vuestra.
(Aurora y Miguel lo miran, atónitos.)
AURORA: No te metas en esto. Eres un niño y no entiendes
nuestras cosas.
PEDRO: ¿Un niño? Tengo veinte años. No podéis seguir
tratándome como si estuviera pegado a vuestras faldas.
AURORA (convenciéndose a sí misma): Para mí siempre serás
mi niño, aunque lleves pantalones largos y fumes.
PEDRO: No me siento hombre por eso, sino por mis actos.
MIGUEL: Pedro, te noto cambiado. ¿Qué te ha pasado?
PEDRO (enfadado): ¡Nada! ¡Solo que ya es hora de que me
preocupe por lo que me rodea!
MIGUEL: Ayer no te interesaba nada de esto.
PEDRO (desanimado): Estoy harto de callar y sufrir en
silencio.
MIGUEL: Me alegra que te preocupes por nosotros, pero
dejémoslo para después. ¿Por qué te reíste de Aristóteles?
PEDRO: Porque los tiempos cambian. Filosofía, religión...
todo debe evolucionar con el mundo.
AURORA (interrumpiendo): ¿Alguien me explica qué pasa
aquí esta noche?
MIGUEL: Te lo cuento luego.
(Aurora nota la herida en la frente de Pedro.)
AURORA: ¡Pedro! ¿Qué te ha pasado?
PEDRO (tocándose la frente con temblor): Nada importante.
AURORA: ¿No te pones algo?
PEDRO: No es necesario.
MIGUEL (a Aurora): Trae el segundo plato.
(Sale Aurora. Pausa.)
MIGUEL (a Pedro): ¿Cómo fue la excursión?
PEDRO: ...Bien, nos divertimos mucho...
(Entra Aurora con la merluza y sirve.)
AURORA: Pedro, ¿dónde dejaste la mochila?
PEDRO: En mi cuarto, detrás de la puerta. Te la doy luego
si quieres.
MIGUEL: Seguro que esta merluza está tan mala como la
sopa.
AURORA (cambiando de tema): Oye, ¿vas a hacer esa fiesta
el domingo?
PEDRO: ¿Por qué cambias de conversación?
AURORA: Todo lo que pasa en esta casa me concierne.
Dijiste que habría una fiesta.
PEDRO: Lo olvidé.
MIGUEL: Aquí mando yo... hasta que me vaya.
PEDRO: Otra vez con lo mismo. El matrimonio es una
sociedad donde ambos mandan, con la felicidad como capital para los hijos.
AURORA: Este calor le ha sentado mal a mi hijo.
PEDRO: ¿Otra vez? ¿No puedo hablar libremente?
AURORA: Sí, pero sin decir tonterías.
PEDRO: No son tonterías, son verdades.
AURORA: ¿Vas a saber más de la vida que nosotros?
PEDRO: Tal vez sí. No soy tan joven como creéis.
AURORA: Pedro, deja de decir cosas raras. ¿Te pasó algo
hoy? Te veo extraño.
PEDRO: No, nada.
MIGUEL: Antes no te interesaba nada, y ahora quieres
resolverlo todo.
PEDRO: Hay un día en que te acuestas niño y te despiertas
hombre. Eso no se explica.
MIGUEL: Pero el mundo no tiene remedio.
AURORA: Si seguimos así, no sé a dónde iremos a parar.
PEDRO: A la destrucción, si nada cambia.
MIGUEL: Con las guerras, acabaremos volados.
PEDRO: No hacen falta bombas. La mente puede destruir
todo.
(Los padres lo miran, perplejos.)
MIGUEL (sonriendo): Esta noche te ha dado por la
filosofía.
PEDRO: La filosofía es la base del mundo. Destruye lo
ilógico, y como el mundo está lleno de eso, lo transformará.
AURORA: No digas tonterías. Sé realista si quieres
triunfar.
PEDRO: El idealista no avanza porque cree que no puede
cambiar el mundo. Si lo intentara, lo haría mejor.
AURORA: Una persona sola no puede girar el mundo.
PEDRO: No me refiero a eso exactamente.
MIGUEL (a Aurora): Trae el postre.
(Aurora recoge los platos y sale. Pausa.)
MIGUEL (a Pedro): ¿Qué tal con tu novia?
PEDRO (vacilante): No sé, es difícil de decir...
MIGUEL: ¿Cómo que no sabes? ¿Qué te pasó esta tarde?
PEDRO: No me siento bien, no sé qué digo.
MIGUEL: ¿Te gusta Cristina, la hija de los González?
PEDRO: ¿Cuál?
MIGUEL: La pequeña, de diecinueve años. Te mira mucho.
PEDRO (disimulando): Gracias por decírmelo, tal vez me
fije en ella.
MIGUEL: ¡Cuidado! Si no la quieres, no la ilusiones.
PEDRO: Descuida, actuaré como quieres.
(Entra Aurora con el postre—plátanos—y se sienta.)
MIGUEL (cogiendo un plátano): Menos mal que como algo
decente.
(Aurora lo mira con desprecio.)
AURORA: Pedro, ¿cuántas parejas vendrán el domingo?
PEDRO: No lo sé.
AURORA: Si son los mismos de antes, pueden venir. Yo
prepararé aperitivos. (Recoge la mesa.)
PEDRO (a Miguel): ¿Me dejas el libro de Aristóteles?
MIGUEL: Sí, está en la mesita. Tómalo.
PEDRO: Te lo devuelvo pronto.
MIGUEL: No hay prisa.
(El escenario se oscurece lentamente. Se baja el telón.)
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros
están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Tu último viaje”: https://amzn.eu/d/1zzOpM6