domingo, 7 de septiembre de 2025

El tercer yo (Acto III. Escena I)

Acto III
 
Al levantarse el telón, el salón-comedor se transforma en un espacio festivo. La habitación está adornada con guirnaldas coloridas y una iluminación suave, un contraste marcado con la tensión de los actos anteriores. Un sofá enfrenta al público, flanqueado por sillas dispersas. Junto a una pared, una mesa rebosa con bebidas y aperitivos: platos de tapas, botellas de vino y un cuenco de ponche. Cinco parejas llenan el espacio: Pedro y Cristina están sentados en el sofá, sumidos en sus pensamientos, mientras las demás —Rafael y Luisa, Miguel Ángel y Begoña, Joaquín e Isabel— bailan, charlan y beben en el fondo. El aire vibra con risas y música, pero la cabeza gacha de Pedro y su ceño fruncido sugieren una tormenta interior.
 
Escena I
 
(Las luces se atenúan gradualmente, silenciando la música y las voces, dejando solo un foco sobre Pedro y Cristina en el sofá.)
CRISTINA (con suavidad, preocupada): ¿Qué te pasa? Nunca te había visto tan decaído.
PEDRO (tras una pausa, voz baja): Tal vez sea porque he cambiado. Ya no soy el mismo de antes. Mira, Cristina, no puedo ignorar los problemas que me rodean. Quiero solucionarlos.
CRISTINA (escéptica): Tonterías. Todos vemos los males de la sociedad alguna vez, pero al final nos damos cuenta de que es imposible cambiarlos. Lo dejamos y el mundo sigue girando.
PEDRO: Les falta confianza en sí mismos.
CRISTINA: No, es confianza en los demás. Los mayores cierran las puertas a los jóvenes que buscan cambio. Al final, se rinden y viven a su aire. ¿Qué más pueden hacer? Se resignan, y cuando sean mayores, actuarán igual que critican ahora. ¿Lo entiendes?
PEDRO: Sí, pero no del todo. Creo que no conocen el método.
CRISTINA (confundida): ¿Y tú sí?
PEDRO: Si el mal tiene una raíz, ¿no deberíamos atacarla ahí?
CRISTINA: ¿Por dónde?
PEDRO: En la raíz de la sociedad: la familia. Ahí debe empezar la lucha.
CRISTINA (alarmada): ¿Luchar? ¿Contra quién? ¿Para qué?
PEDRO: Contra las mentes cerradas que nos rodean, para traer paz. ¿No lo ves? Esto es más grave de lo que imaginas. Si la sociedad sigue así, un día se destruirán mutuamente. Quieren llegar a otros planetas, pero ¿para qué? Solo llevarán su maldad y destrucción. No podemos permitirlo.
CRISTINA (desanimada): ¿Quieres arreglar la sociedad? Pedro, eso es imposible. Una persona sola no puede hacer nada.
PEDRO (tras una pausa, reflexivo): Solo... sí, tienes razón, estoy solo.
CRISTINA (suavizando el tono): Para esa misión imposible, sí. Pero fuera de eso, siempre tendrás a alguien que te quiera, que te ayude...
PEDRO: Ni siquiera puedo tomar a mi familia como modelo.
CRISTINA: ¿Por qué?
PEDRO: Se van a separar. Mañana mi padre se irá de casa.
CRISTINA (sorprendida): ¡No puede ser!
PEDRO: Desgraciadamente, sí. Por eso estoy tan desanimado. No puedo contar con los dos que más necesito.
CRISTINA: ¿No hay forma de evitarlo?
PEDRO (pensativo): No sé... estoy pensando. No logro adaptarme a esto. (Pausa.) Mira, las guerras persisten porque la sociedad está mal construida. Si el hombre llega a otros planetas, las guerras lo seguirán. Un día, esas luchas se intensificarán y destruirán todo... no solo este pequeño planeta, sino los lugares que contaminemos con nuestro ejemplo.
CRISTINA: Si eso pasa, será dentro de muchos años. Ni nosotros ni nuestros hijos lo veremos.
PEDRO: Sí, pero imagina que hay vida en otros planetas, más inteligente que nosotros. ¿No crees que, al ver nuestro estado, querrían eliminarnos para detener el mal?
CRISTINA: Eso es mucho suponer. ¿Cómo lo harían?
PEDRO: Podrían destruir a las personas sin dañar el planeta. Si son más avanzados, habrán encontrado un modo... como esas “bombas inteligentes” que matan sin destruir edificios.
CRISTINA (sincera): Sea utopía o no, quiero que sepas que estaré a tu lado, dispuesta a ayudarte.
(Una pausa. Se miran fijamente, un entendimiento silencioso pasa entre ellos.)
PEDRO: ¿Me quieres?
CRISTINA (esbozando una leve sonrisa): ¿Y tú?
PEDRO (tras una larga pausa, introspectivo): ¿Querrías ayudarme?
CRISTINA (entusiasmada): ¡Síiii! (Pedro hace una mueca, tocándose la pequeña herida en la frente.) ¿Qué te pasó?
PEDRO (quitándole importancia): Oh, nada. Fue ayer, al volver de la excursión. Ven, quiero explicarte más.
(La toma de la mano y salen. Las luces del escenario se apagan lentamente.)
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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