sábado, 6 de septiembre de 2025

El tercer yo (Acto II. Escena II)

Escena II
 
AURORA: Ya estoy aquí. Te escucho.
MIGUEL: Es necesario hablar con sinceridad, Aurora.
AURORA: ¿De qué?
MIGUEL: De Pedro... y de nosotros. Creo que es importante.
AURORA: Está bien, no perdamos tiempo. Cuanto antes empecemos, antes terminamos.
(Pausa. Miguel frunce el ceño, pero se contiene.)
MIGUEL: ¿No has notado algo raro en Pedro esta noche?
AURORA: Sí, se comportó de forma extraña.
MIGUEL: ¿Sabes por qué?
AURORA: No sabría decirte.
MIGUEL: Es simple: se debe a que ya es un hombre y siente que nuestras peleas son por él. Quiere arreglarlo, pero no sabe cómo.
AURORA: Tonterías. Pedro sigue siendo un niño.
MIGUEL: Desengáñate. Se ha hecho hombre sin que lo viéramos. Tú no quieres aceptarlo porque temes perderlo, por eso lo ves como un niño. ¿Crees que un niño actuaría como él esta noche?
AURORA: Su comportamiento fue raro, pero por otras razones.
MIGUEL: Puede que haya más causas, pero lo esencial es que Pedro ha madurado de golpe. Dice que lo ocultaba, pero estas cosas no se esconden eternamente.
AURORA: Dejemos eso por ahora. Hablemos de la separación. ¿A dónde irás?
MIGUEL: No lo sé aún. Probablemente a un apartotel hasta aclararme. Quiero una separación legal.
AURORA: ¿Cuándo te irás?
MIGUEL: Pensaba irme mañana, pero por Pedro y esa fiesta del domingo, esperaré hasta el lunes.
AURORA: De acuerdo, intentemos no empeorar las cosas.
MIGUEL: Pero... ¿sabes por qué me voy?
AURORA: No estoy segura. Supongo que te cansaste de mí.
MIGUEL: No. Me voy porque no soporto que pongas a Pedro en mi contra, que creas que es solo tuyo y que yo no tenga derecho a criarlo.
AURORA: Las madres pasamos más tiempo con los hijos, somos quienes los educamos. ¿Cuándo has estado tú aquí para prepararle la comida o la ropa?
MIGUEL: ¿Llamas educación a eso?
AURORA: No, solo demuestro que estoy más presente.
MIGUEL: ¿Y cuántas veces me has consultado sobre Pedro? Nunca. Lo decides todo sola, como si no fuera su padre. Tengo derecho a opinar, a ser parte. También necesito comprensión, cariño. Siempre te necesité, pero nunca me ayudaste; al contrario, me apartaste de él. Por eso me voy, y legalmente, para llevármelo. Lo has tenido bastante tiempo; ahora me toca a mí.
AURORA (bajando la mirada): Lo siento, Miguel. No sabía que te sentías así.
MIGUEL: Es tarde para disculpas. Tu egoísmo nos separó antes; ahora el mío lo sella.
AURORA: Si crees que voy a llorar, te equivocas. Vete, llévate a Pedro. Yo tengo mi orgullo.
MIGUEL: Ese orgullo nos ha hecho, nos hace y nos hará infelices.
AURORA: A ti, no a mí. Me hace feliz.
(Pausa tensa.)
MIGUEL: ¿Sabes qué le pasaba a Pedro esta noche? Quería que no nos separáramos. No tiene orgullo; a pesar de nuestro daño, nos quiere a los dos por igual. Es lo único bueno de nuestra unión, y ahora lo destruiremos.
AURORA: Si alguien arruinó esto, fuiste tú, con tu soberbia, tu egoísmo...
MIGUEL: Vale, no soy perfecto, pero intenté hacerlo bien. Si fallé, fue porque tú, mi esposa, no me apoyaste.
AURORA: ¿Cuándo me pediste ayuda?
MIGUEL: Debiste saberlo. El noviazgo sirve para conocerse.
AURORA: ¿Hubo espiritualidad en nuestro noviazgo? Ahí empezó el fracaso, al reducir el amor a lo material, a lo superficial. Te callas, ¿verdad?
MIGUEL: Sí. Pero ¿de quién es la culpa?
AURORA: Tuya, indudablemente.
MIGUEL: ¿Ves qué detestable eres? ¿Por qué no de los dos?
AURORA: Porque siempre me perjudicaste.
MIGUEL: Échame la culpa, entonces. He tenido paciencia, he soportado mucho sin reprocharte nada. Si no te dije que, a pesar de todo, te quiero, fue por mi orgullo.
AURORA: Ese orgullo tuyo. Es lo único que te queda, y con eso te irás a la tumba. Me arrepiento de conocerte, de casarme contigo.
MIGUEL: No puedo decir lo mismo, porque sería mentira.
AURORA: Miente, no sería la primera vez.
MIGUEL: No te preocupes, el lunes no me verás más. Serás libre. Solo pido a Dios que seas feliz. No te sorprendas; Pedro, rezando esta noche, me hizo ver que sin Dios no somos nada. No soy tan soberbio como crees al aprender de mi hijo.
AURORA (sorprendida): Lo reconozco, tu humildad me asombra. ¿Quién iba a esperar que mencionaras a Dios?
MIGUEL: Fue por ti que dejé la religión. ¿No lo recuerdas? Y ahora me humillas por nombrarlo.
AURORA: ¿No decías que no me echabas nada en cara? No se nota.
MIGUEL: Lo siento, no era mi intención ofender, solo expresar lo que siento.
AURORA: Una ofensa más no cambia nada a estas alturas.
MIGUEL: No seas cínica.
AURORA: ¿Además de ofenderme, me insultas?
MIGUEL: Dejémoslo. Me iré el lunes y procuraré pasar desapercibido hasta entonces.
AURORA: Eso espero. No soportaría más esta situación sin morir de asco.
MIGUEL: Por eso me voy, para no cargar con culpas.
AURORA: ¿“Culpas” en plural? ¿Has matado a alguien o yo valgo por dos?
MIGUEL (sonriendo débilmente): Me alegra que conserves el humor.
AURORA: Nunca me ha faltado, ni siquiera contigo. No mereces que nadie sufra por ti; irte es lo mejor.
MIGUEL: ¿Tan bajo me ves?
AURORA: No, muy alto.
MIGUEL (irónico): Gracias, siempre fuiste buena conmigo.
AURORA (irónica): De nada.
(Ambos se levantan y salen por lados opuestos. El escenario queda en silencio, y las luces se apagan lentamente.)
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Tu último viaje”: https://amzn.eu/d/1zzOpM6

No hay comentarios: