Tenía
siete años y al pasar por los puestos de la feria de mi pueblo (Daimiel,
Ciudad Real) no me fijé aquél día ni en los juguetes, ni en las golosinas, ni
en las atracciones… algo me atrajo desde un modesto tenderete reclamando toda mi
atención y el deseo de conseguirlo. Así se lo hice saber a mi padre: No quería
que me comprase ningún juguete, ni quería comer ninguna golosina, ni quería
montar en ninguna atracción… lo que yo quería era aquello: un pequeño libro que se
titulaba “Islandia, entre el fuego y el hielo”.
Como
era barato y eso de leer es algo que siempre se debe fomentar en los niños, mi
padre me lo compró gustoso. Así pude regresar a casa todo contento con aquél
pequeño universo de paisajes lejanos en donde la Naturaleza (con mayúscula) es
protagonista, donde el planeta Tierra nos sigue demostrando que está vivo y
nosotros somos pequeños e insignificantes seres que lo poblamos (más bien lo
parasitamos).
Por
las tardes me gustaba subirme a las ramas de un almendro y allí, en comunión
con la Naturaleza, me dediqué a leer una y mil veces aquél libro y a soñar con
aquellos paisajes… y también con sus gentes. Nació así mi pasión, mi devoción,
por los países nórdicos. Y –según fui descubriendo después, poco a poco, a
través de otras muchas lecturas- no sólo me atraía su poderosa Naturaleza sino también
sus gentes: honradas, trabajadoras, solidarias… quizás poco comunicativas, pero
sinceras siempre y dispuestas a ayudar a sus semejantes en todo momento.
Soñaba
con viajar de mayor a aquellos países lejanos, conocer sus gentes, compartir
sus vidas, y… ¿sabéis qué pasó? Que cuando se sueña con tanta intensidad, los
sueños se hacen realidad.
En
mi caso, la empresa farmacéutica para la que trabajaba (Zéneca) se fusionó con
un laboratorio sueco (Astra) y esa nueva empresa anglo-sueca (AstraZéneca) me
permitió viajar muchas veces a Suecia, una vez a Noruega y otra vez a Finlandia.
Y como ganaba mucho dinero (porque también trabajaba mucho y bien) viajé por mi
cuenta en plan de vacaciones a Islandia (una vez), a Finlandia (una vez más) y
a Noruega (cinco veces más). Y ¿sabéis una cosa? En la mayoría de esos viajes
me encontré con amigos islandeses y noruegos a quienes había conocido
previamente por carta, me invitaron a sus casas y compartí con ellos su modo de
vida, sus costumbres. No viví aquellas experiencias como turista… sino como
amigo. Amigo de aquellas buenas personas, amigo de aquellos maravillosos
lugares.
Los
sueños, cuando se sueñan con mucha intensidad, se pueden hacer reales si al
mismo tiempo pones de tu parte y te esfuerzas en trabajar y en facilitar las
cosas al destino.
¿Quién
le iba a decir a aquél niño que, subido a las ramas de un almendro en su
pequeño pueblo, iba a ver hechos realidad sus sueños algún día?
Persigue
tú también tus sueños… pero luchando siempre por ellos, porque nada viene
regalado; las cosas hay que ganárselas.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Reflejos de Islandia”: https://www.amazon.es/dp/B0875VXKPX
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