A ti te escribo, mujer

Los dos jóvenes poetas, Marisa y Vicente, compartieron unos días muy especiales que al menos él nunca olvidaría. Intercambiaron sus poemas y fundieron sus sentimientos. Después pasó el tiempo, pasaron muchos años… pero aquellos poemas que juntos fundieron en una tarde olvidada de juventud, siempre permanecieron vivos, tan vivos que hoy mismo saltan de nuevo al mundo…
 
IV
 
Sentado escribo con la esperanza de ser leído.
Gotas de lo más hondo de mi ser, construyen
unos conceptos sobre el papel.
Alguien leerá estas frases de sentimientos impalpables
y los recogerá en su alma.
 
A ti te escribo, mujer, en esta tarde.
A veces podrá parecerte torpe mi manera de expresar.
¡Hay tantas cosas agolpadas, impacientes por salir...!
Quiero tributarte un pequeño homenaje de lo que tu ser merece.
 
Hoy tendrás un año más que añadir a tu vida.
Y yo, que apenas he tenido tiempo de conocerte,
he intuido hasta dónde puede llegar... tu ausencia.
Eres noche... eres dolencia... pero no eres ausencia en mi recuerdo.
 
Fueron cortos nuestros instantes de contacto,
y sin embargo parecen haber llenado por completo mi memoria.
Quisiera ahora brindarte por entero
lo poco o mucho que valga mi vida.
 
Tú necesitas alguien que te hable,
yo necesito alguien que me escuche.
En un instante pueden inventarse tantas cosas...!
Sin embargo todas las cosas requieren nuestro constante esfuerzo.
 
Escúchame, mujer, y acoge estas palabras,
estos poemas que de mi alma has de ir desgranando.
Has de ser la tierra donde fecunden
mis más bellos deseos.
Has estado abandonada y sola frente a la vida
y frente a las inclemencias del tiempo muerto.
Tu piel no pudo acoger todos los sentimientos
que sobre ella depositaban.
 
Te faltaba la mano generosa que te labrara.
Mi mano irá abriendo los surcos donde arraiguen
los más fuertes árboles de esperanza
y las más humildes y sencillas hierbas.
Después, si la vida tratase de nuevo
de quitarte aquello que merecías,
no estarás sola.
Tendrás fuerza para luchar.
Aquellos árboles que un día plantamos, serán grandes,
capaces de soportar el viento de los años.
Y aquellas pequeñas hierbas que hace tiempo sembramos,
se ofrecerán en almohada cada noche esperando
acoger tus alas cansadas.
 
Ofrécete íntegra, entera.
La vida se hace en los recuerdos
de aquello que tuvimos.
Estás al comienzo de un nuevo camino
que habrá de conducirte
a donde quieras.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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Sentimiento indescriptible, pero compartido

Cuando dos poetas dialogan no son las palabras las que surgen, sino los sentimientos…
 
III
 
Sobre la tarde, serenamente,
hay retazos vanos de esperanza
dormidos en mis manos.
Mis manos están abiertas a recibir,
deseosas de entregar.
Pero en ellas sólo veo
unos leves matices
de esperanza indefinida,
confundidos en mi memoria.
Así, manos y memoria forman
una sola esencia
de un sentimiento indescriptible.
 
Hay dolores de ausencia
que me reclaman lejos de todo.
He de seguirlos.
Tristemente me reclaman.
 
He de seguirlos para compartir una carga
que ya es mía desde el momento
en que he sabido de ella.
Mi corazón tiene un extraño sabor,
un aroma desconocido
que embriaga mis sentidos.
Tengo hambre y estoy solo;
voy buscando incesante tu presencia.
Y así, tu presencia lejana
de mis manos embriagadas de esperanza
me conduce entre un camino de piedras.
Y las piedras también me reclaman
y se ofrecen con amor a mi descanso.
Pero mis manos llenas y vacías de esperanza
no se detienen en el camino.
Continúo más allá,
más lejos de mi esencia.
La noche también reclama mi descanso.
y ya no sé qué hacer,
cómo seguir este camino
diverso de colores, de aromas
que no aciertan a comprender
mis manos cargadas.
Y me fatiga el camino
que conduce tal vez a ti,
y cada vez está más lejos,
más distante de mi sombra.
Y todo me pide descanso,
todo pide que también se duerma
mi esperanza en la noche
y el camino de piedras.
Sí, mujer, yo también
soy la noche... soy dolencia.
 

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Escribir es...

¿Escribir? ¡Pues claro que hay que escribir! Al desánimo hay que hacerle frente…
 
II
 
“¿Escribir? ¿Para qué? ¿Para quién?
¿Para ti o para mí?”, me has dicho.
Y yo deseo responderte
con los más sinceros suspiros
que nacen de mi alma.
 
Escribir para los dos.
Escribir es conocerse.
Escribir es sentir algo
que nos aleja y nos une
al pasado
en las miradas que hacemos
adelante.
Escribir es descargar la mente
de las pequeñas angustias
que esta vida nos ofrece.
La letra retiene para siempre
esos anhelos que un día
estuvieron con nosotros.
¡Escribe! La vida podrá
borrar lo que fuimos,
lo que hacemos y sentimos,
pero las letras guardarán
en la memoria algo hermoso
y que ya nunca
podrán borrar.
 

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Hasta que... hasta que...

A las poesías de Marisa que habéis podido leer y disfrutar en mis posts anteriores, hubo respuesta por mi parte. Así le respondí…
 
I
 
Todos los deseos se han caído
y están rotos contra el suelo...
Ha sido así.
Las fuentes de vida ya no manan
el agua fresca y ¡ay!
tengo desesperanza.
Mi amor es sufrimiento...
No me comprendo.
Hasta que... Hasta que una mano
generosa haya que me ayude.
Pero ya estamos
en el bosque de las manos,
y son tantas aquellas
que se niegan...
a acogernos...
Pero allí estamos nosotros,
solos,
invariables.
Nadie nos cambia,
pero nos modifican para
el bien o
para el mal.
Pero nosotros, allí,
quietos,
callados,
ya no somos los mismos.
Rotos en el abismo
sin esperanza...
Hasta que... Hasta que
haya un alma
que comprenda
quienes somos.
 
Pero ¿dónde está?.
¡Bah! ¡Palabrería
de libros que enturbian
nuestras almas!
Y cerramos nuestros ojos
frente a lo que tenemos
más cerca.
Sólo es un paso,
sólo es un paso y...
mucha esperanza.
Se rompen en la batalla
nuestras ideas, pero nunca,
nunca se rompe
nuestra alma.
Pero hay... desconfianza;
y nos cerramos frente a las voces
sinceras que nos llaman.
Miremos al cielo
y descansemos
sin reservas
para la lucha diaria que a todos
nos espera.
Hasta que... hasta que
una voz generosa nos anime
y nos diga: “¡Venga!”.
 

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Perdón

Como surgida de la nada, Marisa se encontró conmigo un día. Ambos éramos poetas y éramos jóvenes. Compartimos varios días y lo más importante: compartimos sentimientos. Pero de la misma forma en que de forma inexplicable entró en mi vida, de esa misma forma despareció. Pero no se fue del todo. En realidad nunca se marchó, porque aquí me dejó sus versos, sus sentimientos, que a pesar de todos los años transcurridos desde entonces siguen vivos, tal como ahora mismo tú los estás leyendo…
 
XII
 
Hay lágrimas que al rodar
por dentro de mi corazón
son como el exclamar de mi alma,
que al perdonar
están pidiendo perdón.
 

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Canto

La poesía es un canto a lo más bello de la vida. La poesía es ese caudal de sentimientos que sacian la sed de quien los esparce por el viento. Y así, en ese canto eterno de los poetas, un buen día Marisa quiso compartir conmigo su canto de sentimientos…
 
XI
 
Porque te añoro y me añoras
te canto mis añoranzas
en una noche de luna
y mil estrellas doradas,
momentos de amor vividos
con barcos sin esperanza.
Porque la vida es flor
y la luna una quimera,
por eso la flor se corta
y la luna no se aleja.
Mil destellos en la noche,
estrellas y flores secas,
mirándonos a los ojos
que hablan de mil quimeras.
Pero son amor e ilusiones
de una juventud nueva
que canta sus añoranzas
en una noche de estrellas.
 

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Caminantes

Todos somos caminantes y sin embargo no somos conscientes del camino que estamos recorriendo. Por eso este poema de Marisa nos hace una llamada de atención sobre los pasos que estamos siguiendo. No lo olvides, caminantes somos tú y yo; caminantes somos todos y siempre lo seguiremos siendo…
 
X
 
Caminantes tú y yo,
camino lejano.
En la sandalia el polvo,
en el camino el viento.
¿Quién ha pasado al viento?
Nadie, un sentimiento.
Yo me quedo sentada
al pie del camino
y voy contigo al mismo tiempo.
Caminantes tú y yo,
camino cercano
de nuestro pensamiento.
 

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Escribir. ¿Escribir? ¡Escribir!

Para un poeta el escribir es una necesidad vital, es algo tan inherente a él como lo es el respirar. No se puede concebir un poeta que no sienta la necesidad de trasladar a un papel sus emociones, sus sentimientos, sus sueños, sus deseos, la forma en que ve e interpreta la realidad de cuanto le rodea. Y sin embargo, tal como le sucedió un buen día a Marisa, se pregunta que por qué lo hace, que “¿por qué sigo escribiendo?”. Y lo que son las paradojas de este mundo: Para plantearse esta pregunta no encuentra otro camino que… seguir escribiendo.

 
IX
 
¿Escribir? ¿Para qué? ¿Para quién?
¿Para ti? ¿O para mi?
Escribir es no llegar al fin.
Por eso, porque muero apenas nacida,
amor, no escribo.
La letra es un fin inconsciente,
es partir, es dolor de decir adiós.
¿Escribir?
Es torturar la mente,
es acabar cuando se empieza,
es el morir.
 

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Luego

Siempre esperamos algo. Siempre esperamos que tras el instante actual venga otro, venga un “luego”, ese algo que colme nuestros deseos. Pero ¿cómo explicarlo? Por eso un buen día, Marisa comprendió  que la poesía era el único camino que tenía para poder expresarlo y también -¿por qué no decirlo?- el único camino que tenía para modelar el futuro acorde con sus deseos…
 
VIII
 

Luego, después de ahora, nada;
y sentirás deshacerme por tus dedos,
la sangre negra del tiempo muerto,
las esencias no medibles de las cosas,
los sufridos pentagramas
del gorjeo de los pájaros.
Mis lágrimas y el silencio
me quedan sola,
y el ruido del pasado, del ayer,
que hacen viejos los recuerdos
anteriores.
El ruido de tus pasos, de tu hablar
y tu sonrisa, me acompañan.
Luego, tú serás en mi memoria
un secreto de ideales desgastados,
un torrente abandonado de amor,
un suspiro, un deseo.
Ordeno y quiero que seas “luego”.
 

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Hasta que... hasta que...

¿Hasta dónde? Son preguntas que nadie sabe responder y sólo la poesía nos puede ayudar a en ese vano intento de comprender nuestra existencia y nuestro destino. Para Marisa un día todo se paró. Como ella decía, “todos los pájaros han cesado de cantar, todas las flores han muerto…” e intentaba comprender qué era lo que realmente estaba sucediendo en su interior. Así me lo contó un día, con estos bellas palabras, con estos inefables versos…
 

VII
 
Todos los pájaros han cesado de cantar,
todas las flores han muerto
por un sol demasiado ardiente.
Todos los manantiales se han agotado
desde que tú, corazón, me rechazaste.
Todo mi amor por ti será un tormento
creciendo sin cesar.
Hasta que... hasta que...
De tormentos a pesadillas,
de pesadillas a ideas fúnebres;
acaso mis actos siguieron mis ideas,
y al fin sosegaré mi amor por ti
agotando el manantial de mi sangre,
encontrando en la muerte
el misterio de mi origen,
y el olvido del amor imposible
que rompió mi alma.
Hasta que... hasta que...
 

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El corazón no sé a qué sabe...

“El corazón no sé a qué sabe” porque la inmadurez de la juventud aún no ha sido capaz de descifrar el código de nuestra existencia. 

Pero al menos aquella tarde, tú, Marisa, sí fuiste capaz de plasmar en estos versos esas palabras inefables que sólo los poetas somos capaces de escribir… y de sentir.
 

VI
 
Sobre la tarde, tristemente,
hay dolores de ausencia.
El corazón no sé a qué sabe,
voy buscando tu presencia.
En medio de las piedras,
donde estoy ausente de mi esencia,
se duerme mi esperanza.
Soy la noche... soy dolencia...
 

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He murmurado tu nombre

Estábamos sentados los dos aquella tarde, compartiendo nuestros poemas. Las palabras de Marisa estaban escritas no sólo en el papel sino también en el espacio, en el tiempo… en ese lugar cuya impronta dejamos para siempre una vez que lo hemos vivido y pasa a ser desde entonces un instante eterno.
 
Aquí tienes, Marisa, rescatadas del tiempo, aquella palabras tuyas, aquellos versos…
 

V
 
He murmurado tu nombre
en la noche helada,
después lo he pronunciado,
después lo he hablado.
Sobre mis mejillas,
quemadas de lágrimas,
la noche me ha parecido
una mordedura.
Me habrás olvidado,
pero me habrás querido.
La noche... el viento... el frío...
la duda... las lágrimas...
el sufrimiento...
Nada había desaparecido.
Nada estaba roto.
 

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Apasionante

Y no por ser muy corto, como este simple poema de tres versos, deja de tener su importancia. Lo que importa no es la extensión sino el sentimiento. ¿Verdad, Marisa? Porque así lo compartiste un día conmigo, con estos tres sencillos versos en aquella apasionante etapa de la vida que era la juventud…
 

IV
 
Amor es pasión,
apasionante es vivir,
vivir intensamente es morir.
 

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El amor es infinito

Muy sencillo e inocente y quizás por eso más tierno y entrañable. Estos simples versos de Marisa estaban en lo cierto a pesar de lo jóvenes que éramos entonces…

III
 
El amor es infinito
si se funda en ser honesto,
aquél que acaba presto
no es amor sino apetito.
 

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Al que yo hubiese amado tanto…

Esta fue la segunda poesía que compartió Marisa conmigo… Lo que se vivió un día siempre permanece…
 
II
 
Él, al que yo hubiese amado tanto;
él, que derramó el más leve susurro de égloga
en el azul de mis mañanas,
me dice con ternura que le olvide,
que le olvide sin adiós y sin lágrimas.
Él, el que hechizó de música mi alma,
se aleja dulcemente como una vela blanca.
Yo, que llevo tantos sueños enterrados
y que cuento tantas tumbas en el alma,
no sé por qué sollozo y por qué tiemblo
al cavar una más en mis entrañas.
 

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Te digo adiós, Marisa

(Poesías de mujer) Hace ya muchos años, allá por mi adolescencia, entablé amistad con una poetisa igual de joven que yo y ambos intercambiamos lo mejor de nosotros: nuestros poemas.
 
Ella se llamaba Marisa, y durante estos próximos días compartiré también con vosotros aquellos poemas que un buen día se entrelazaron para permanecer unidos a lo largo del tiempo…

Para empezar la primera que compartió conmigo y que empezaba diciendo "Te digo adiós y acaso te quiero todavía" y que sin embargo, pasado el tiempo, tendría que cambiarlo por "Te digo adiós y te recuerdo todavía"...
 
I
 
Te digo adiós y acaso te quiero todavía;
quizás no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quieres, no sé si te quería
o tal vez nos quisimos los dos.
Este camino triste, apasionado y loco,
me lo cubre en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho, no sé si te amé poco,
pero sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en el recuerdo
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero al quedarme sola, sabiendo que te quiero,
tal vez empiece a amarte como jamás amé.
Te digo adiós, y acaso con esta despedida
mi más hermoso sueño muere dentro de mi;
pero te digo adiós para toda la vida
aunque toda la vida siga pensando en ti.
 

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