ANTES DE LA BODA:
Mi querida Rosalía:
Recibe en estos renglones
las más finas expresiones
del que sin ti moriría.
Te quiero tanto, alma mía,
que para mi eres la gloria;
no te vas de mi memoria
a ninguna hora del día.
Estoy tan lejos de ti,
que maldigo de mi suerte,
y le pido a Dios la muerte
antes que seguir así.
¡Adiós, mi amor, mi consuelo!
¡Hasta mañana a las tres!
Siempre tuyo, como ves,
tu fiel amante Carmelo.
EL DÍA DE LA BODA:
Queridita Rosalía:
Sólo tu mandato escucho;
nos queremos mucho ¡mucho!
Siempre juntos noche y día.
No hay felicidad igual,
ni dicha más estimada
que el unirse uno a su amada
con el lazo conyugal.
DESPUÉS DE LA BODA:
Ya no hay quien te sufra a ti,
no se te puede aguantar.
A mi suegra he de matar
si no se larga de aquí.
Todo el día en la oficina,
por la noche en el café.
¿Y a mi qué me cuesta usté?
¡Se lo diré a la vecina!
No me irrites, Rosalía,
y cometa un desatino
aunque me cueste el destino.
¡Lástima de cesantía!
UN AÑO DESPUÉS DE LA BODA:
Al año de matrimonio,
Por cosas que no refiero,
quedó cesante en febrero...
Porque cayó Don Antonio.
Y fue tan grande el disgusto
Y tan atroz la reyerta,
Que dejó a su suegra tuerta,
y él tuvo que huir el bulto.
Carmelo se fue a Bilbao
a probar nueva fortuna,
y de paso encontró una...
partida de bacalao.
J. Abós
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