La
lectura de ayer domingo, a pesar de su simplicidad aparente tiene muchos y
profundos significados, así como plantea igualmente algunos interrogantes. Se
trata de Lucas 17, 11-19.
Diez
leprosos le gritan a Jesús (no se acercaron más, signo evidente de respeto, ya
que ese tipo de enfermos eran auténticos apestados) que tenga compasión de
ellos y les cure. Primera lección, pues: respeto. Segunda lección: Esperanza.
Jesús
les responde que vayan a presentarse a los sacerdotes. Podía haberlos curado
directamente allí, en ese mismo instante, pero quiso con este gesto dar a entender
que si queremos algo tenemos que hacer algo para conseguirlo; no se puede
pretender alcanzar todos nuestros deseos sin hacer ni el más mínimo esfuerzo
por nuestra parte. En esta vida estamos para trabajar y superarnos día a día.
En esta ocasión se les pide que vayan ante las autoridades religiosas, aunque
no les explica los motivos, pero como ellos tienen confianza plena en el
Maestro, hacen lo que este les pide. Tercera lección: si quieres algo trabaja
por conseguirlo.
Cuando
van en camino, los diez leprosos quedan limpios; es decir, el milagro no se
obra en su presencia sino lejos de él, como si él no quisiese darse
importancia. Primero les dice que vayan a ver a los sacerdotes, como si fuesen
ellos quienes tuviesen el poder de curarlos en vez de él; y después hace que se
curen en el camino en vez de montar el espectáculo de la curación en plan
multitudinario de show-business. Cuarta lección: humildad, quitarse importancia
y no alardear de los méritos propios.
Los
diez se alegran mucho y dan saltos de alegría, pero sólo uno (precisamente el
único extranjero del grupo de enfermos) regresa para darle las gracias. Eso era
lo único que esperaba Jesús, que le diesen las gracias, pero sólo regresa el
extranjero, como indicándonos que muchas veces son mejores que nosotros
aquellos que no pertenecen a “nuestro grupo”. Quinta lección: tendríamos que
acostumbrarnos a dar las gracias mucho más a menudo porque son muchos los
favores que recibimos cada día, tanto por parte de Dios como de los hombres.
Sexta lección: nada de “nacionalismos” ni creencias en que “los nuestros, los
de nuestro grupo” son los mejores.
Finalmente,
a ese que volvió a darle las gracias, Jesús le dice “levántate, vete: tu fe te
ha salvado”. Eso es como decir: yo no he hecho el milagro, lo has hecho tú al
creer en él. Al igual que se dice en más partes del Evangelio, la fe es la que
realmente obra milagros y si nosotros creemos firmemente en aquello que vamos a
emprender y lo trabajamos adecuadamente, podremos lograr el éxito. Pero
entonces, si Jesús no hace el milagro, si quien lo hace es la fe... ¿significa
eso que no debamos atribuirle a Dios este milagro? Pues va a ser que no, porque
si Dios nos ha creado, la fe que podamos tener es también obra suya y por
consiguiente se trata de un milagro por vía indirecta pero cuyo responsable último
es Dios. Séptima lección: Creer, hay que creer no sólo en Dios sino también en
nosotros mismos y en nuestra capacidad (vía trabajo) de modificar nuestro
futuro.
No
obstante este pasaje deja algunas incógnitas. Cuando los manda que se presenten
a los sacerdotes ¿qué pretendía con ello? ¿Quería que los sacerdotes viesen el
milagro para que se dieran cuenta que él era Hijo de Dios? En ese caso chocaría
con la lección de humildad que parecía desprenderse del primer análisis. Pero a
lo largo del Evangelio ya hemos visto que también Jesús tenía su genio y de vez
en cuando (expulsión de los comerciantes del Templo) daba un puñetazo encima de
la mesa. ¿Fue esta vez una de aquellas? Y la otra cuestión que no queda clara
es si finalmente aquellos diez leprosos se presentaron en el Templo o se dieron
cuenta que los sacerdotes no pintaban nada y que era Jesús al que debían
mostrar agradecimiento.
Resumiendo:
creer en nosotros mismos, tener fe en lo que hacemos y trabajarlo. Y
acostumbrarnos a dar las gracias cuantas más veces mejor, tanto a Dios como a
todos los que nos rodean.
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