El Evangelio de Lucas nos relata en su capítulo 18, 1-8, una
parábola cuya moraleja es: hay que rezar y no desanimarse si a pesar de tanto
rezo no obtenemos lo que pedimos. Curiosamente esa parábola es la de una viuda
que insiste ante el juez para que le haga justicia y el juez pasa de ella olímpicamente.
Sin embargo ella insiste, insiste, una y otra vez sin desanimarse, hasta que el
juez, que ya estaba hasta las narices de tanta súplica, decide atender sus
peticiones. Por eso dice el Evangelio que si ese juez, sólo por cansancio,
atendió la petición, ¿cómo no iba a atender las peticiones un Dios
misericordioso?
Está muy bien eso de “pedir”. Está muy bien eso de
“insistir”. Está muy bien eso de “no perder la esperanza”. Pero ¿qué damos
nosotros a cambio? ¿qué hacemos nosotros a cambio? El pedir es de vagos, lo que
hay que hacer es trabajar para conseguir lo que queremos.
Quiero suponer que esa viuda de la que nos habla Lucas no se
limitaba a estar sentada y quejarse, sino que hacía algo más, que se movía, que
redactaba instancias, que hacía visitas, que buscaba vías de acceso para que
sus peticiones llegaran al juez... es decir, trabajaba para conseguir su
objetivo. Porque si nos quedamos sentados, mirándonos el ombligo, quejándonos de
la mala suerte que tenemos, no conseguiremos cambiar la situación. El cambio
exige movimiento, exige trabajo, exige insistencia, y por supuesto también una
gran fe en alcanzar los resultados esperados, pero sólo con pedir y esperar que
nos lo den todo hecho no se consigue nada.
Por consiguiente mi conclusión no es la de “rezar y no
desanimarse” sino la de “trabajar, esforzarse y no desanimarse”.
1 comentario:
El refraneroespañol, que es muy sabio, dice:
A Dios rogando y con el mazo dando.
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