A la altura de Benidorm llama poderosamente la atención la
figura de esa montaña a la que falta una porción, como si un gigante hubiese
cortado con un cuchillo un trozo. Las líneas de corte son precisas y han dejado
un hueco rectangular justo en la cima, en un lugar totalmente inaccesible.
Cuenta la leyenda que un oficial de Carlomagno se enamoró de
una bella muchacha de la zona, pero un buen día una maldición predijo que
cuando el último rayo de sol tocara su piel, la muchacha perecería. Desesperado
el oficial, se fue con ella hasta lo más alto de la montaña y cortó con su
espada aquél lugar para prolongar en todo lo posible su exposición a los rayos
solares y por tanto prolongar su vida. Evidentemente prolongó su vida unas
horas pero al ponerse el sol y dejar sin su luz también aquella cumbre, la muchacha
pereció. Entonces el oficial cogió con rabia el trozo de montaña que había
cortado y lo tiró al mar. Ese trozo es hoy... la montaña que se divida desde la
playa de Benidorm y que –curiosamente- tiene unas dimensiones que le hacen
encajar en aquél hueco que se ve a lo lejos en la cumbre de la montaña.
Otras teorías, apuntan a los extraterrestres, los cuales
cortaron la montaña (y tiraron el trozo al mar) para tener una pista de
aterrizaje segura para sus naves, lejos de la curiosidad y aviesas intenciones
de los primitivos habitantes de la región hace quién sabe cuántos miles de
años.
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