Con la muerte de su principal acusada, Sor María, el caso de
los bebés robados ya tiene un claro culpable. Pero no se trata de Sor María.
Nos hemos quedado con las ganas de conocer sus explicaciones, sus declaraciones
ante el juez, el veredicto final del juez... pero no ha sido posible. ¿Quién se
ha destapado, pues, como culpable?: la justicia (y la pongo con minúsculas, a
propósito).
Si cuando empezaron las diligencias de este caso se hubiese
interrogado de inmediato y todas las veces que hubiera sido necesario a Sor
María, algo en claro habríamos sacado posiblemente. Sin embargo, con tanta
dilación, con la exasperante lentitud con que opera la justicia... ¿qué es lo
que ha pasado? Pues que se ha muerto el sospechoso (en este caso la sospechosa)
algo que era de esperar puesto que tenía más de 90 años y una salud delicada;
pero por lo visto, la justicia es tan tonta que se cree que todos pueden
esperar cuantos años sean necesarios hasta que a ella le parezca bien. ¡Pues
vaya justicia! ¡Vaya inutilidad de justicia! Cuando la justicia es lenta... eso
no es justicia, es injusticia.
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