jueves, 5 de enero de 2012

Aquellas tardes de siesta

Recuerdo aquellas tardes de verano
en la casa de campo
a las afueras del pueblo.
Con treinta y cinco grados
- a la sombra un poco menos-
la vida estaba quieta y ni una mosca volaba,
todos como plomos se quedaban
en sus sitios aplastados de modorra.
Yo estaba allí y me faltaba algo,
alguien no estaba,
un alma inocente que me acompañara.
Salí en su búsqueda y comencé a gritar:
“Pati, Pati, Pati...”
nervioso por no saber dónde estaba. Y al fin,
al cabo de unos segundos que se mostraron eternos,
escuché su fina voz cantarina
y su gracioso paso al andar.
Venía corriendo hacia mí y yo le abrí mis brazos
para tener el placer de su suavidad entre mis dedos.
Miles de besos intercambiamos
y ya juntos volvimos a la sombra
para sentarnos.
Con el calor de la tarde los párpados se cerraron,
mientras sentíamos ese latir ajeno y tan querido
a nuestro lado.
Y así durmimos.
Y así soñamos.
Con un mundo para nosotros,
con un mundo de ilusión para explorarlo.
Ya después, al cabo de una hora despertamos.
Nos miramos. Acaricié su cuerpo
y sentí los besos de su pico blando.
Era mi Pati, mi patito enamorado,
que se arreglaba las plumas ya despertado
y piaba feliz, como siempre, entre mis brazos.

(Dedicado a quien ya sabe)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso mundo de ilusión.

Anónimo dijo...

Bonito paisaje, que incluso me resulta conocido. ¡Yo conocí a Pati! ¡imposible olvidarlo!
MC

Noches sin luna dijo...

Yo también conoci a Pati, era todo un elemento, pudo ser el rey de las gallinas, lástima que fuese tan tímido.

esteesmimundoymisideas dijo...

Muy bonito!!!