Ya tenemos las elecciones en puertas y, más cercano aún, un debate entre los líderes de los dos principales partidos. Ríos de tinta van a correr según se acerque dicho acontecimiento y más aún en los días posteriores al mismo, pero ¿nos hemos preguntado para qué sirve un debate electoral?
En el mismo, cada candidato echará mano de su mejor oratoria para hacernos ver que él es la necesaria salvación de este país y el otro la perdición. Nos venderá, envuelto en la mejor palabrería, que uno lo va a hacer todo bien y el otro lo hará todo mal. Y después, cada medio de comunicación dictará su veredicto diciendo “ganó tal candidato”. Curiosamente, ese resultado será diferente según la tendencia política del medio de comunicación que ofrezca su resultado.
Porque ¿qué significa “ganar” un debate? Significa haber estado más brillante, más ágil, con más chispa... Y esto ¿nos beneficia a los ciudadanos? Me temo que no. Lo que repercute en nosotros no es lo que digan, sino lo que hagan; así que los debates no tendrían que hacerse sobre palabras sino sobre hechos o sobre proyectos concretos –ampliamente documentados- que demostrasen su viabilidad y representasen un compromiso para quien los propusiese, de tal forma que si pasado el plazo propuesto no se hubieran cumplido, ello llevase aparejada la dimisión. Pero, claro, eso es ficción, ya que en la política española no existe la palabra “dimisión”.
En teoría, para los ciudadanos podría ser importante un debate que recapitulase y recordase a todos las cosas que se han hecho bien y mal en los últimos años, ya que es bien sabido que los votantes no tienen memoria y la mano que mete el voto en la urna no la mueve el cerebro sino los sentimientos. Pero la experiencia nos ha demostrado sobradamente que la simpatía o antipatía hacia un candidato o partido puede mucho más que el raciocino de lo que un candidato o partido pueda ofrecernos.
En definitiva, ya estamos otra vez convertidos en rebaño que asiste atónito al espectáculo mediático del debate, cuyo verdadero objetivo no es otro que animar la participación en la cita electoral puesto que –no lo olvides- esa mayor participación favorece –mientras no se cambie la ley electoral actual – a los dos partidos mayoritarios frente a todos los demás.
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